La pequeña taza blanca de café que le ha costado tres euros
le sabe a gloria porque ha comprado, para leerlo a la vez que lo bebe, el
periódico de su país. Entre las páginas busca la información deportiva y
confirma si ese fichaje ha sido pagado para el equipo de la
ciudad.
Si fuera archimillonario, dice, te compraría esa casa con
terraza arriba, para que pudieras llenarla de plantas. Y haríamos barbacoas con
los amigos –piensa ella-, una fiesta nocturna sobre los tejados de Roma. El
skyline de la ciudad iluminado: cúpulas, monumentos recortados por la Luna,
otra fiesta allá a lo lejos.
Y cada tarde, se sientan en la escalinata del Palacio de la Ópera. Miran salir a los espectadores contentos, de la mano, tomar un taxi, buscar un pequeño restaurante donde cenar. Si algún día fuera a la ópera -le dice ella- me pondría muy guapa. Él no responde. Da otra calada al cigarro y sobre el alboroto se escucha el sonido áspero de su barba contra la chamarra negra. Él dice poco. Pero la rodea por la cintura y le da un beso en el pelo.
Acaba de empezar el año nuevo.
7 comentarios:
Roma es eterna, ¿no?
Y finita para algunos. Es lo que cada uno quiere que sea. O sueña.
Qué bien suena.
En Roma casi todo suena bien.
Aquí leyendo desde que no vengo y disfrutando de tu forma de mirar y decir las cosas.
Abracito.
gracias, Isabel
acaba de empezar un año nuevo y si es en Roma, será bueno!
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