28/5/11


El olor que desprende la persiana de bambú con la lluvia, de noche, en nuestra ventana. El contraluz no es suficientemente íntimo para el desnudo. Antes de volver a casa, hemos tenido una conversación propia de la juventud temprana. Ahora, que estamos aprendiendo a vernos envejecer. No hay verbo para definir el paso abrupto a la edad adulta. La última zancada hacia el precipicio. Pienso en el viaje truncado a México.
La felicidad, a veces, es que haya un par de libros sobre la mesilla exigiendo lectura.
¿Volaremos alguna vez hacia la India?

21/5/11

Una imagen para una vida distraída:

Fermento de los peces bajo el puente.

El sol no era el exceso.

Los peces, los peces no importaban.

Sí la carta del banco.

Solo el fruto seco helado. La marioneta gira.

Sale de trabajar. Recuerda el levante. La mañana.

La mano.

Lágrimas de María. La calle, la calle levantada.

19/5/11

invisibles

Todas las tardes, salimos a ver caer el sol sobre el noroeste de Madrid. No recordaba lo que es caminar sin dirigirte a ninguna parte. Nuestro camino no tiene nada de bucólico pero una consigue aislarse del ruido con música. También hacía años que no escuchaba música sin hacer otra cosa, desde que el volante se desató de mis manos y vine a vivir al centro de Madrid.




Hoy no hemos salido, pasamos por Sol. Entre la gente, pienso que yo también estoy harta de muchas cosas y, entre ellas, de haber olvidado cómo se para uno a pensar. Dónde empieza la raíz que extiende esta cultura que padecemos. Desde esta vida -suena tan viejo- aburguesada, me aquejo de esa bala peligrosa que, hasta ahora, nos hacía creer que nunca podríamos levantar una voz, que tendríamos que subirnos en marcha a este tren que nos empuja. Los invisibles.


No hay directriz que valga la pena.


Estos días, la ciudad en la que vivo parece haber despertado de varios letargos, de su excusa de no ser de nadie.
Pero, ahora, quiero saber dónde están los pensadores.


Cuando volvemos a casa, la lluvia ha batido las albahacas y el patio susurra que, al menos aquí, estamos a salvo.

17/5/11


Dejando recostado el amor

para tocar el cuerpo, el teléfono grita.


Desnudo, a contraluz,


cicatriz de persiana en la cadera,


ya no urgirá el vestido. Y sí la plata.


.

14/5/11

Lewis Powell

Desde que V llegó a nuestra casa, me despierto muy tempano. Salimos a dar un paseo bajo una gorra que oculte el despeinado de la noche. Hago cosas que me exigen poca concentración. Esta mañana, por ejemplo, hemos ojeado (porque él lo hace subido a mis rodillas) un libro de historia de la fotografía. A pocas páginas de empezar, me he encontrado con este hombre de belleza canónica y, a la vez, moderna.

Es uno de los implicados en el asesinato de Lincoln: Lewis Powell.

Aunque no se vea, sus manos están esposadas.

Su puntería le falló y no mató a su objetivo, el secretario de estado. Fue ejecutado en la horca el 7 de julio de 1.865.

Sí murió el hombre que redactó la enmienda que abolía la esclavitud, mientras veía una obra de teatro con su familia.

Cuando volvemos a salir a la calle, sobre las nueve, un par de jóvenes que, aparentemente, caminan tranquilos de vuelta a casa tras una noche de fiesta, cogen una botella del suelo y la lanzan contra un balcón de San Bernardo. Sin más. Su puntería no falla y el cristal cae en grandes trozos a la calle.

A veces es muy difícil despertarse y seguir confiando en nuestra especie.