31/10/07

Bajo el agua
están las palabras
Lorca
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...hace falta mucha fantasía para soportar la realidad...
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Monumento en Atocha

Hoy se hace pública la sentencia del 11-m.
Han pasado más de 1300 días desde entonces
y muchas vergüenzas
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26/10/07

le gustaba el mar...

Recuerdo pasar horas dentro del agua sumergiéndonos y volviendo a sacar nuestras cabezas a la superficie. Nos alejábamos mucho de la orilla. Es genial tener un cómplice así. Me agarraba de las manos y me daba vueltas. Mi abuela era una mujer feliz. Muy feliz y exuberante en todo. Y se reía de pronto, como si aquella fuera la primera vez que cogía aire, a carcajadas, y reventara sus pulmones en aquel sonido. Echaba la cabeza hacia atrás y se reía fuerte haciendo pequeños sus ojos verdes.

A mí, en aquella época no me importaba, apenas llegaba a ser consciente de ello, la inmensidad de gente que coincidía y pasaba una o dos semanas en aquella playa de Cullera. El olor a aceite de zanahoria y coco mezclado con el salitre, los dedos llenos de arena que cogen patatas fritas de una bolsa, la cerveza derramada sobre el rastrillo. Ni siquiera me asombró encontrarme, castillo con castillo de arena, con una compañera de EGB del colegio. Nos limitamos a construir castillos comunes. Tú el foso y yo las torres. Mi única pregunta sobre Rebeca, aquella compañera de clase, era cómo podía ser tan sumamente flaca que, al estar en cuclillas, las rodillas le sobresalían por encima de los hombros. Yo nunca pude adoptar tal posición de insecto.
Aquellas fueron mis primeras playas. Mi abuela se llamaba Carmen y vivía en un bajo en Usera de suelo frío. Siempre tenía las ventanas abiertas al sol. Todo lo dejaba para hablar por su ventana de barrotes verdes. Se dedicaba a la costura. De ella heredé la colección de dedales que a muchos extraña en mi habitación. Si cierro los ojos y me concentro, aun la escucho canturrear sobre la máquina de coser: el ruido del traqueteo, el olor del brasero quemando poco a poco las faldas de la mesa, su mirada por encima de las gafas de ver de cerca, la tele puesta, la lengua fuera mientras se empeñaba en enebrar una aguja, yo hacía los deberes torpemente y buscaba palabras que ella me decía en el diccionario. – Dime otra. – Escoba. La comida, mientras, se pasaba en la cocina.
La abuela Carmen murió muy joven. Para mí se moría mi abuela y esa era mi gran tragedia. No era capaz de darme cuenta que terminar a los 59 años es una mierda. Era una señora mayor porque era la madre de mi madre y era abuela y eso le daba directamente una especie de licencia para morirse. Lo difícil para mí es que era ella, mi abuela, justamente la mía, la señora Carmen.
Muchos años después supe, aunque uno siempre se barrunta esos asuntos desde niño sin saber cómo llamarlos, que mi abuela, antes de Moisés, tuvo otro novio. No recuerdo su nombre. Fue en el pueblo, en Extremadura. Él era una marinero gaditano. Sin fama de guapo ni de alto. Pero era él su primer amor. Mi abuela le esperaba durante meses en Cañaveral sus regresos marítimos. Le quería, pero se cansó de esperar. Aquel hombre, cuyo nombre ni siquiera recuerdo, volvió una vez. Pero Carmen ya había cruzado el puente que unía su aldea con Garrovillas, el pueblo de mi abuelo Moisés, once años mayor que ella. Mi abuelo era un hombre guapo, pequeño, de ojos también escuetos y pardos. Trabajador y silencioso. Cuando el marinero volvió, ya fue tarde.
Mi madre y mi tía me contaron, hace poco, que ya enferma en su casa, en sus últimos días, alguien dijo el nombre del marinero, no por el gaditano en sí, sino porque coincidía con el del médico que la estaba tratando. Mi abuela forzó su última sonrisa al oírlo. Entonces, tanto tiempo después, yo supe por qué a mi abuela le gustaba tanto adentrarse en el mar.

Un dedal de los 170

25/10/07


se busca utopía en madrid centro

Según la RAE : Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.

Según Tomás Moro (que inventó la palabra) : Utopía describía una isla ideal. El nombre de la isla se formó mediante la palabra griega topos (lugar), a la que se antepuso el prefijo privativo griego ou-, de modo que significaba algo así como ‘ningún lugar’ o ‘lugar inexistente’.

20/10/07

clara

Hace cuatro años que conocí a Clara en Eichstätt, un pequeño pueblo de Baviera. Fuimos felices allí, dentro de nuestra bola de cristal. Si nos agitábamos, nevaba. Allí aprendimos a pasar las horas mirando por las ventanas cómo el sur de Alemania se iba convirtiendo en un bosque nevado. Allí también conocimos a Jorge, el tercer vértice y primera voz mexicana de mi historia, pero este, sí es otro cuento.
Clara es valiente y, a su lado, uno tiene la certeza de que las cosas son mucho más sencillas de lo que parecen.
Ella baila flamenco y abrió para mí aquel invierno todo un mundo de ritmos y versos. Clara fue la mujer que vivía al final de la calle, fue la luna y el abrazo al final del teatro.
Cortamos las sábanas, liamos tabaco, confundimos acordes y volvimos a vernos ya siempre en Madrid.
Un día, Clara me explicó aquella idea que tenía: crear una revista. Se llama puntoycoma y sé que está hecha con todo el cuidado. Está dando sus pasos. Es actualidad que, además, puede servir a aquellos de fuera para aprender español. Es un intento que nace del amor al idioma, una creación independiente en un mundo de gigantes y medios.
Ya van a sacar su próximo número, el 9. Las buenas ideas no deben caer en vacío.




(Mesa de trabajo de Clara)

13/10/07

Tú y yo y la guerra fría.

El calor que desgasta

cada día que pasa.

El café y la noche

de Bagdad bajo el plato.

Me duele más tu roce

que sus lágrimas blancas.

He salido a buscarte

bajo el agua.

La mañana es de sombra.

Hay pájaros que buscan

una miga de pan

entre banderas rotas.

Las guerras son las mismas.

Una casa.

Tendré niños con parches

en los ojos.

Vigilaré

-entre humo-

su juego y su memoria

tras ventanas redondas.

Espero la llegada de mis padres

tan trémula y perdida

como esperé una manta

un brazo sobre el hombro

ese instante en que tú

arriesgas todo el orden

y detienes

tu mirada en mi boca.


C/Sombrerete
Madrid


10/10/07

salir

Hacía meses que la casa no respiraba. Calles cuadradas. Madrid encendido al fondo. El precio de la vida tachado en la etiqueta. La vida desgastada y sin usar en el lavabo. Saldo de tantas noches restándonos. Buscaste cómo llevar siempre perfecto un nudo en la corbata. Sin raíces de pelo ni espontáneas cicatrices encima de la cama. Cada vez te hiciste más pequeño, o no pudo abarcarte mi reloj. Se quedó holgada la tuerca del dramático juego.
Las mujeres.
Que sabemos de olvido tanto como de lágrimas contra las sábanas.
El limón granizado se confundió de surcos. Cayó una gota, congelada y amarga, dentro del bolso. Saber decir que no, querer decir que no cuando se quiere decir sí con toda el alma.
Escucho en la radio del coche cómo fragmentaron y construyeron a una niña el corazón. Las venas con los huecos. Un corazón torcido antes de la luz.
Aprendí a perdonarlo todo aquella noche.
Pero no me toques más la espalda. No me saques la lengua.
Las horas pasaron muy despacio en tantos años. Ahora ya he cumplido con el trato. No mirarte de frente, no querer ver de más. He cumplido. Y me voy.
Las demás aun aguantan la embestida del cuerpo.
Voluntad, amor propio. Erróneo manual de soledades.
- Mi padre conducía. Yo escuchaba. Siempre independiente. No te ates-.
La mediana de la carretera le puso un bajo precio al gris mañana.
Te he mandado un mensaje antes de dormir: T djé 1 rastro sucio, una sombra calient dl salón a la kma, d la kma a la puerta.
Corre a limpiarlo.
No contestas.
En tus manos se enreda un cielo blanco y temprano.
Salgo.
Y nunca más regreso.

4/10/07

Otoño de 2004. Irlanda del Norte

Paseábamos Belfast.

(Pd: Trobe a faltar hasta aquellos días al remover los papeles)

1/10/07

sombra/luz

Hace más de un año que pude ver de cerca al Subcomandante Marcos, por encima siempre del pasamontañas insurgente. Estábamos en Córdoba, México, y él llegaba agotado de su ‘Otra Campaña’. Marcos emprendió el 1 de enero de 2006 un ruta por México, desde Chiapas, para escuchar a todo aquel que quisiera acercarse a sus asambleas. En Córdoba no nos reunimos más de 200 personas. El Ayuntamiento prohibió que la reunión fuera al aire libre, el revolucionario PRI prestó un vergonzoso salón de niños para realizar la asamblea. Marcos es muy inteligente y rápido en sus respuestas. Sabe de qué habla y a quien escucha. Su voz no es firme, sino suave y escueta. No lleva armas a pesar de toda la indumentaria militar.
Veracruz es el estado del café y el azúcar. La producción de los dos cultivos está en crisis. Los cafetaleros no tienen ni el conocimiento ni la maquinaria necesaria para entrar en un mercado hostil marcado por las importaciones baratas que arrinconan el exquisito café de altura veracruzano. La producción del azúcar es aún más complicada. De los cañeros, los ingenios, guardo un recuerdo turbulento marcado por las noticias que llegaban hasta el periódico de huelgas y notas rojas. Era curioso pero seguía las normas sociogeográficas. El norte de Veracruz era frío, mañanas con neblina, verde y cafetalero. El sur era caña de azúcar, humedad y calor, el tono de la piel se hacía más oscuro y la tranquilidad se cortaba a golpe de machete. Además, Veracruz, es uno de los estados más pobres de México. En su sierra, tanto en Zongolica como en la del Pico de Orizaba, los niños juegan sobre el agua que se mezcla con los residuos fecales, las madres están solas porque los hombres emigraron a DF y solamente vuelven de vez en cuando, volviendo a dejarlas embarazadas. 18 años, tres niños, una casa sin agua corriente ni luz, sin piso firme, a tres horas andando del pueblo más cercano. Nada de solidaridad turística, no interesa.
Pero aquel febrero los zapatistas estuvieron en Córdoba, y luego en Orizaba y así desde Coatzalcoalcos hasta Papantla. En aquella asamblea hubo críticas y alabanzas, admiración. Y se fueron camino al DF con su Sexta Declaración de Lacandona. Y de Marcos no quedó ni rastro, ni del EZLN, ni de aquellas propuestas, ni de las discusiones. Todos los sueños se esfumaron.
Mientras, en Xocotla, junto al Pico de Orizaba, los niños siguen muriendo de rotavirus, lloran sin lágrimas porque la deshidratación les deja sin agua.
Salgo con esto porque hace poco, un mes, tuve una conversación con alguien que defendía el zapatismo por encima de todo. Tal vez la plática se nos fue de las manos cuando, ni ella, ni yo, podemos saber nada de lo que significa. Desde entonces, me han preguntado varias veces sobre aquella discusión, y siempre me parece estar del lado equivocado.
Nunca creí, no habrá excusa, en la batalla armada como respuesta, aunque haya llegado a tener fé en ello, en esos principios, la utilización de Marcos como cabeza mediática, a los oenegeros que llenan las calles de San Cristóbal de las Casas mientras los niños indígenas venden pulseras de hilo hasta las 3 de la mañana en la puerta del Café Revolución, donde solamente los extranjeros pueden pagar la cerveza.
El EZLN no puede solucionar todos los problemas de México, tampoco le toca, ni de los indígenas de todos los estados, es imposible. Pero aquel febrero, cuando Marcos llegó en su moto, (‘Sombraluz’) por la avenida 4 y las banderas comunistas de los chavos de 15 años lo recibieron y se marchó sin más, y luego vino Atenco, y el fraude, y el clima amenazando, y tantas cosas de nuevo, aquella visita, aquella ruta, fue algo fugaz, no quedó nada. Una luz, una sombra más fuerte después. Si en el 94 el EZLN cerró los puños al estado mexicano, hoy, cuando hablan de zapatismo, se escuchan risas en los pasillos de Chapultepec. Y eso, hoy, me cierra los puños a mí.


Coyutla. La foto es de Samuel.