16/9/10

Somos agua adentro.
Y tiempo que se alarga.

La luna pisotea mi gesto como un gato orillado.

Toda esa boca. Esa sonrisa que se escurre del pelo.

Las parejas se extreman en la pista de baile.
Un tobogán naranja, metálico, amarrado a la tierra. Aquellos gritos largos de la tarde. Suspenso en naturales.

Tomar el control no es la agenda ordenada, la casa barrida, el corazón a pulso. Tiene que ser dejarlo todo. Deshacerse de las malas hierbas. Como si supiese que esto no nos dura más allá de 30 años.

14/9/10

Tristeza de los paneles solares
.
Noche

Texto y fotografía de David Ruiz (blog y fotoblog)

9/9/10

sombra



Nadie la vio

quedarse sola.

Incidir en la luz.


El hombre no llegaba.


Solo la tarde ruge

y su cuchillo

detrás de los salones. Afuera un perro,

los dos hijos que juegan.

El olor repartido entre las bestias.

Otra sola de tantas

que no gritan.

El fuego y la muñeca.

Por encima del mundo

yo la amaba. Hoja seca del árbol

de la ética.


Para escribir poesía,

esperé la catástrofe.

Para seguir viviendo,

esperé la poesía.


Aprenderé a dormir con su fantasma.


7/9/10

El túnel de Sarajevo




Hay una avenida en Sarajevo que una vez se llamó Snipers Alley (avenida de los francotiradores). Une el barrio turco, Bascarsija, el centro, con el aeropuerto y las afueras. La cruzamos en un tranvía comunista donde el calor, donde el aire, donde la chapa caliente. Callejeamos luego en taxi por un barrio de casitas bajas atravesadas por la metralla. Al final de una calle, entre esta zona y el aeropuerto, estuvo una vez la casa de los Kolar.


Edin Kolar parece hoy tranquilo. Camina hasta el sembrado de calabazas, al final del jardín, comprueba la madurez de las manzanas. Da pasos largos y se detiene allí donde hay un cartel que intuyo dice “No pasar de aquí”. Nos dice “esta fue mi casa, es mi casa”. Levanta la vista ante el aterrizaje de un avión, se seca el sudor allí donde una vez hubo un túnel.



Cuando Sarajevo vivió sitiada durante tres años y los militares hacían safari por las calles, cuando no hubo alimento, ni agua, ni fuel, ni municiones, dos ingenieros propusieron al ejército bosnio construir un túnel que conectara, bajo la pista de aterrizaje, la única zona de la ciudad que no estaba entonces tomada por el ejército serbio. Cavaron a oscuras, escondidos, hasta que lograron conectar dos casas, la de los Kolar, y otra, en la otra orilla de la carretera. 800 metros por los que comenzó a entrar una pequeña esperanza para la ciudad.

Mientras Europa dejaba que sus desayunos se salpicasen de guerra, mirando hacia otro lado, la abuela Alija y su familia cedieron su casa. Hoy, este pequeño lugar del que nacía el túnel, está reconstruido en madera. En su entrada, una bomba incrustada da la bienvenida. Quedan 20 metros subterráneos de los 800 que tuvo. Hay que caminar agachado.

Durante el tiempo que estuvo en funcionamiento, más de 20 millones de toneladas de alimentos entraron en la ciudad, y más de 1 millón de personas lo utilizaron, muchos heridos. Fue la entrada de la energía eléctrica y de la comunicación telefónica con el resto del mundo.

Al otro lado, el destino, la incertidumbre.

1/9/10

Zagreb - Sarajevo (I)



A través de tres orificios de insecto, la sangre de Croacia entra en mí. Empiezan a sonar las lenguas eslavas. Luego, todo es un cruce de tranvías, la calle larga de un barrio residencial, una mujer que intenta aprender español. La plaza del Dolac está vacía a estas horas. Cenamos burek de queso y spinat, agrio de soportar el día. Y una lluvia muy fría nos empuja a terminar la llegada. Saltamos varias veces de siglo a través de la historia de Yugoslavia. No sabemos nada. Esta primera noche dormimos de tirón, sobre los ruidos incómodos de un somier desencajado. Por la mañana, el olor a pan de la vieja fábrica nos despierta.



Marcella caminará ya siempre en este viaje adelantada a nuestros pasos, buscando las huellas del comunismo en esta ciudad que tanto le recuerda a Berlín.

Pienso en cuánto le habría gustado a él venir para contemplar las paredes heridas de lo que alguna vez fue Austria-Hungría.

A medianoche, la luna alumbra la silueta negra de la frontera entre Croacia y Bosnia. Despertaremos en Sarajevo temprano, sin un mapa.

Sarajevo

A las siete de la mañana el camino se ensancha. Lo sé porque, aunque voy de espaldas al destino, la luz entra de otra manera en el vagón y pega en su cara, sentada frente a mí en el viejo compartimento de terciopelo azul.

Bosnia es bosque. De todos los pueblos despunta un minarete. Apenas unas casas escalan hacia la montaña entre la niebla, sin calles, solo hierba y verde.

Sarajevo nos recibe amanecido y gris en la estación. Alrededor, solamente altos edificios. Uno no puede entender que alguna vez tenga sol trayendo en la memoria esas imágenes. Desde el tranvía ya se ve la ciudad completamente salpicada de metralla, agujereada. Desayunamos Cevapi, salchichas picantes con cebolla fresca en un pan de pita en un restaurante del barrio turco. El yogurt cae en el estómago con gesto viejo.

Mientras nos quedamos dormidas en el Hayat, la llamada a la oración vuela sobre la ciudad a mediodía.

Algunos días después supimos que aquel primer bulevar de edificios altos que pisamos era la avenida de los francotiradores.

Is there a time for keeping your distance

Centro de Sarajevo, Bascarsija. Agosto 2010

Iré sacando del cuaderno negro lo que fui escribiendo en Zagreb y Bosnia.

El título del post es de Miss Sarajevo, U2 (1995)