Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.
Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan.
Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan.
Julio Cortázar, Historias de cronopios y famas
Y qué escribo que no defraude a los que pisaron la ciudad cien veces. Los que pudieron regresar a descubrir rinconcitos. Los de las mil anotaciones si nosotros nos fuimos sin billete al aeropuerto y sin horario. Si tengo los pies inflamados del camino aún. La piel caliente del sol fuertetemplado. Los ojos agotados de recuerdo. Puedo decir cortinas, café y una cámara loca. Puedo decir la búsqueda. Y el delirio del sol en los jardines. El vértigo de mirar el hierro y hacia arriba. O como el Polidor y su vino se nos metió tan dentro que tuvimos que dar golpes de estado imaginarios a la literatura y la quietud del conforme. Que matar es matar, quitar de en medio. Y que no sabremos lo que la vanidad responda.
Que preferí el rincón donde una pareja escapa cada veinte segundos del objetivo que el bullicio y la postal y el museo. Y con toda la conciencia nos saltamos la Concordia y los Elíseos.
Que hoy dormí con Madrid reventando al otro lado del patio. Roja y amarilla y sus bocinas, y los chicos desnudos de cintura a la boca, Madrid cantando también tocó a su fin de madrugada. Mientras siguen las aspas de la place Blanche girando rojas. Que París era extremadamente bello, canónico y caro, mil veces nos lo advirtieron.
Pero hoy es mañana. Y yo descalza bajo. Abro el buzón. Y el Euríbor en sobre me muestra su arañazo bancario.
Y yo cómo les cuento. Si de París todo lo saben los que cien veces lo pisaron. Sólo camino delante y cuando vuelvo, un salto en cada paso, algo suave, agua caliente y freno.
Y ahora, una lista infinita casi posible de mundo por delante donde dejaremos que nos vean pasar de la mano.
Donde el menú corrido nos salga a 20 pinches pesos. Y el cielo azul le muestre el movimiento del millón incontable de astros mientras recoge imágenes.
Yo, hoy y desde aquí, levanto el vaso y brindo con la luz, y maldigo a este y a todos los fondos mundiales monetarios.
Que preferí el rincón donde una pareja escapa cada veinte segundos del objetivo que el bullicio y la postal y el museo. Y con toda la conciencia nos saltamos la Concordia y los Elíseos.
Que hoy dormí con Madrid reventando al otro lado del patio. Roja y amarilla y sus bocinas, y los chicos desnudos de cintura a la boca, Madrid cantando también tocó a su fin de madrugada. Mientras siguen las aspas de la place Blanche girando rojas. Que París era extremadamente bello, canónico y caro, mil veces nos lo advirtieron.
Pero hoy es mañana. Y yo descalza bajo. Abro el buzón. Y el Euríbor en sobre me muestra su arañazo bancario.
Y yo cómo les cuento. Si de París todo lo saben los que cien veces lo pisaron. Sólo camino delante y cuando vuelvo, un salto en cada paso, algo suave, agua caliente y freno.
Y ahora, una lista infinita casi posible de mundo por delante donde dejaremos que nos vean pasar de la mano.
Donde el menú corrido nos salga a 20 pinches pesos. Y el cielo azul le muestre el movimiento del millón incontable de astros mientras recoge imágenes.
Yo, hoy y desde aquí, levanto el vaso y brindo con la luz, y maldigo a este y a todos los fondos mundiales monetarios.
(y mientras él y yo nos desarmamos bajo la última noche en París a escasos vasos de hierbabuena, hielo y ron en una callecita de Montmartre, con bellas vistas al apagón del Sacré-Coeur, esa bella canción sonó y, por una vez, en algo musical, estuvimos de acuerdo)