21/8/10

él es de aquí

de la tierra

Alineación al centro




de la altura





de la gente





castellano



El Real de San Vicente, agosto 2010

20/8/10

la maleta de libros

Preparo el viaje a Sarajevo releyendo el libro de Saša Stanišić Cómo el soldado repara el gramófono. Stanišić, de padre serbio y madre bosnia, nacido en la extinta Yugoslavia, escribe desde la memoria. No quiero decir que el libro se base únicamente en sus recuerdos junto a la ribera del Drina, sino que vierte en las páginas la poesía espontánea que tienen los recuerdos. Es una novela preciosa que me recomendó Lara y que le pasé a María para que llorase con ella (y eso hizo). Me lo llevé a La Palma y lo releí hipnotizada con el ruido del espectáculo del océano sobre la costa. Les dejo un fragmento de los dos.

Capítulo 1

Lo que una parada cardíaca tarda en correr cien

metros, cuánto pesa una vida de araña, por qué

mi tristón escribe al río cruel, y las mañas de

mago que se da el camarada jefe de lo inacabado

El abuelo Slavko me medía la cabeza con la cuerda de tender de la abuela, me estaba haciendo un sombrero de mago, un sombrero picudo de cartulina, y me dijo: en realidad, yo todavía soy demasiado joven para estas tonterías y tú, demasiado viejo.

Me estaba haciendo un sombrero de mago con estrellas amarillas y azules que arrastraban colas en azul y amarillo, mientras yo tijereteaba una hoz de luna y dos cohetes triangulares, uno tripulado por Gagarin, otro por el abuelo Slavko.

Abuelo, ¡con ese sombrero no iré a ninguna parte!

¡Eso espero!

En la mañana del día en cuya noche murió, el abuelo Slavko me talló una varita mágica a partir de una rama y dijo: en el sombrero y en la varita se esconde un poder mágico; si llevas el sombrero y agitas la varita, serás el mago de atributos más poderoso de los países no alineados. Podrás revolucionar muchas cosas, siempre y cuando lo hagas conforme a las ideas de Tito y en consonancia con los estatutos de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia.

Yo dudaba de la magia, pero no dudaba de mi abuelo. El don más precioso es el de la invención; la mayor riqueza, la de la fantasía. Recuérdalo, Aleksandar, dijo el abuelo seriamente cuando me puso el sombrero, recuérdalo siempre e imagínate este mundo más bello. Y me entregó la varita. Yo ya no dudaba de nada.

Acostumbra la gente a ponerse triste de vez en cuando a causa de los muertos. En nuestra familia esto sucede cuando se juntan el domingo, la lluvia, el café y la abuela Katarina. Entonces la abuela bebe a sorbitos de su taza favorita, la blanca con el asa agrietada, llora y recuerda a todos los muertos y las buenas cosas que hicieron antes de que la muerte se cruzara en su camino. Hoy la familia y los amigos han venido a casa de la abuela porque estamos recordando al abuelo Slavko, muerto desde hace dos días con carácter provisional y hasta que yo encuentre mi varita mágica y mi sombrero.

Los familiares que aún no han muerto son mamá, papá y los hermanos de éste: el tío Bora y el tío Miki. La abuela Fatima, madre de mi madre, se conserva bien, sólo se le han muerto el oído y la lengua, porque está sorda como un cañón y muda como la nieve que cae. Al menos eso dicen. La que tampoco ha muerto es la tía Gordana, esposa del tío Bora y mujer en estado de buena esperanza. A la tía Gordana, una isla rubia en el negro océano capilar de nuestra familia, todos la llaman Tifón, porque vive con una vivacidad cuatro veces mayor que las personas normales, anda ocho veces más rápido y habla catorce veces más aceleradamente. Incluso la distancia entre la taza del váter y el lavabo la cubre con un esprint, y en la caja del almacén hace la cuenta antes de que la cajera toque la primera tecla.


12/8/10

Perspectiva y tiempo en Benahoare



Para Belén B., que me escribe para que escriba
y porque me crucé con Miss Bennet
en el aeropuerto y me acordé de ella.

Otra vez el mar. Pero distinto. Como garfios escupidos por el volcán, la isla mete sus garras negras dentro del Atlántico. Ruge y araña la roca. Se agradece la ausencia de bañistas. Solamente el ruido de algún avión despegando precipitado rompe la tranquilidad de nuestra casa. El Fotógrafo ha tomado en un día 250 instantáneas y desespera, pues el color aquí ya es oscuro, ya tiene el efecto contrastado de sus manos cuando procesa las imágenes.

Ayer cenamos junto a la playa. Se escuchaban las canciones mediocres de una discoteca vacía. Le pregunto que por qué nosotros nunca hablamos de nuestras estrellas, como hace una reciente pareja de amigos. Entonces comienza una conferencia, al calor de un vino palmero, cuya resolución, media hora después y mientras despieza un jugoso solomillo y las apunta, a veces, con el cuchillo, es que nosotros estamos hechos (en este orden, recalca) de hidrógeno, oxígeno, carbono y nitrógeno, como los astros que, desde aquí, parece que brillen casi tanto como hace un año en Tulum. Las estrellas nos maravillan porque están hechas del mismo material que nosotros. Así que supongo que prefiere mirarme a mí y darme la mano y poner esa cara que pone. A mí me da la risa porque El Fotógrafo se pone imposible cuando le hablo de cosas “científicas”, aunque esta vez, no fuera por ahí mi apunte.

Vengo de unos días de nostalgias idiotas por el paso del tiempo, la llamada de ayer de mi madre me tensó aún más. Que disfrute, me dice. Que aproveche. Que ahora no tengo problemas. En seguida me viene a la cabeza el monólogo que le hice a mi hermana en el tren de Algeciras a Madrid: la Erasmus es un gran año, no pierdas el tiempo, conoce gente, nunca más vivirás con tanta tranquilidad del aire. Así que supongo que todo es cuestión de perspectiva. Y de tiempo.

Una pareja se abraza, lo estoy viendo mientras escribo en la terraza y muere la tarde, sobre una roca en un promontorio. Él canturrea en la ducha una canción popular cuya letra se inventa. Tomamos un ron miel. Nos quitamos de la piel la sal y el sol. Y preparamos la cena.

(Y después veremos Machuca, punto para La Muchacha)

Benahoare es el nombre original de la isla de La Palma antes de que llegaran los castellanos a unirla a su fastuosa corona. Aquí estuvo el pirata Pata Palo.


Para muestra un botón, La Palma me recuerda al país que este verano extraño.

7/8/10

Cádiz: Alberto

Por la tarde, Alberto y yo hemos ido a pescar al muelle. No hemos conseguido nada más que estas fotografías de vacaciones. Le he prometido que mañana madrugaremos para bajar en canoa hasta el mar.

Es el pequeño de mis primos. Nació cuando yo tenía su edad. Es gracioso que, en las vacaciones familiares, compartamos habitación.


Pero hace mucho tiempo que es el único al que puedo abrazar. Por eso y por muchas otras herencias (nació con la misma carita y vicios que el abuelo, que había fallecido un mes antes), nos gusta estar juntos.