En Madrid no hay pelícanos, hay palomas. No están ni Lucas,
ni Ron, está Valentín. No hay playa Paraíso, en la calle Norte está la sauna
Paraíso. No se come tortilla, hay el pan de cada día. No existe la chelería,
pero en Casa Candi también se canta a pleno pulmón ‘Quiero abrazarte tanto’. No
se sube a los escenarios, se baja al metro. En Madrid se mira de frente, se
coge todo, se abraza con fuerza. A Madrid se vuelve, no se quiere volver. Su
cielo es azul y seco, la piel se aclara, los moscos mueren. En Madrid no vivo
en Chapultepec, ni en la Avenida 21, sino en Noviciado. No se dice Tlacotalpan,
Papaloapan, Citalpetelt, Cuitlahuac. No sé de dónde viene la palabra Madrid,
pero México significa ombligo de la Luna. Aquí no se toman botellas, se libran
batallas. Hay cócteles a ocho euros que nunca son de camarón. No llega ni pasa
el huracán. En Madrid, ironía, en México, albur. Asfalto, amor y verdad. Arena,
tequila y volcán.
A Madrid le falta surrealismo, mística y apasionamiento.
A
México le sobra imprecisión, caos e intensidad.
Reinsertándome. Corrigiéndome.