27/11/11

Fumando a medias

El próximo viernes, 2 de diciembre,
canciones y poemas,
vino y humo,
un rato de amigos,



23/11/11



Lo enfermo que me habita, la hija deseada

de una ciudad moderna. A veces,

en verano, me he agarrado a ese ángel que cruzó nuestra casa.

La lluvia es una herida

sobre el cristal de un coche.

La nuca del gorrión bajó a la calle,

su quebrada de vida.

Hoy bebo

del espejo

el decibelio helado

de un latido. Eso soy, en mí me he convertido. Qué esperado.

El olor de la casa está saldado.

Con sus cajas de hilos

y el cañón con su carne.

Abandonados.

 
 
Esto es parte de algo en lo que estoy, sin más, y sin titular.

12/11/11

pensando en mi estrecha relación con V.


Siguiendo el razonamiento, quizá los perros de Virginia Woolf demandaran de ella una atención constante, como ella misma hacía con los demás; atención que alternaba con la necesidad de gozar de una libertad absoluta y de soledad para poder escribir: no podía hacer nada si alguien estaba en su misma habitación, pero tampoco descansaba hasta que Leonard había regresado a casa.
Perros, gatos y lémures. Los escritores y sus animales. errata naturae, 2011
Pues eso, que menos mal que el río de Madrid no da para mucho.

4/11/11


Todo ha quedado clausurado, la puerta metálica de los deseos, abierta
desde una madrugada de edificios. Aquella risa vil de sus ventanas. Carcajada de luz,
voyeur atónito.
Nos han envenenado con la súplica
de un trabajo veraz, de una casa con flores
y a cambio solo vemos
una vida torcida. Hay fronteras eléctricas entre cuerpos hermanos, una costilla
exacta
alrededor del mundo. Hay mujeres morenas,
doloridas de amor que se tragan el hambre
en la fila del jueves.
No escribo para nadie. Siempre guardo un espacio
para luego. No escribo para ti. Ni para entonces.
Mi latido es un paso
en un zapato alto por la calle. Ha caído otro verso
asesinado.
Ya sabes que respiro, que aquella del jardín es la tibia luz verde
de mi casa, la que cela la huella de arena de aquel día
bajo el árbol.
Como un tesoro prohibido.
Como la tiza amarga que dejan los cadáveres.
Como el anzuelo gris
que no elegiste.