El Flahertys ha cerrado y, en su lugar, una brasserie custodiada por un simpático latino sirve todo tipo de variedades de mejillones. Alfredo Trujillo (entero para no olvidar su nombre), el camarero poeta de otros veranos, también ha desaparecido del puerto. Junto a estos, otro local, que aparece en la narconovela de un afamado escritor, es el único lleno. Entramos para preguntar si tienen Capitán Morgan y me doy cuenta al levantar la vista del conteo de monedas, de que mi cuenta bancaria es, con seguridad, más triste que la de cualquiera de los que están allí. El Fotógrafo y yo abandonamos las cercanías del muelle. Nos sentamos junto a una fuente, bajo una palmera que cimbrea por el viento húmedo de la noche. Él cuenta batallas del instituto y de un personaje de El puente sobre el río Kwai. Así son sus monólogos*. Yo apoyo la cabeza en su hombro y espero para volver a la casa.
Fotografía del puente sobre el río Kwai. Es de Buffalo Tours, otra cosa sería si el Fotógrafo y yo pudiésemos elegir donde volar y él retratase el lugar.
* No es que me aburra su monólogo, es que, a veces, sabe demasiado.