Cada año, cuando miro
28/12/09
22/12/09
bisectriz
16/12/09
12/12/09
no miren
Él se parece en algo al protagonista de El secreto de sus ojos. Precisamente en eso, en los ojos. Que son oscuros, a diferencia. Pero tiene esa misma forma de permanecer en silencio, de descifrar que las imágenes de hoy en la película carecen de luz, que la vida sin lo esencial está apagada. Yo nunca me doy cuenta de esos detalles y por eso, nunca tengo claro quién es mi director de cine favorito, ni reconozco la belleza de la composición de cualquier obra de arte. A veces, yo nunca me doy cuenta de nada. La que debería permanecer alerta ante los claroscuros soy y, sin embargo, es él el que sabe rescatar la importancia de lo leve, de los días, del café que me trae cada mañana, de nuestro lenguaje inventado, de la luz que se refleja sobre la calle Manzana deshecha a mediodía cuando salimos de Casa Federica y recorremos los metros y él cuenta los pasos. Yo corro y él, en su silencio, despierto, va destapando la rutina, teclea de madrugada, duerme con el labio superior descansado, aprende a difuminar su rastro por mi casa. Imagino que todo esto tiene cierta cursilería pero no me importa, a estas horas, no me siento capaz de enumerar los millones de segundos. ¿Acaso hay algo que merezca más la pena ser contado?
1/12/09
ventanas
Ventanas de Manhattan
Antonio Muñoz Molina
Los árboles se aprietan
en sus horas parcas.
tida la jornada.
Pedalea el lenguaje
por el vientre seco.
El joven ya mordió la simiente.
22/11/09
spotify
Digital. Bloc de notas.
La Simone: garúa y milonga.
Ahora
la marca de agua
que dejas luego
sobre la cama.
El argentino afónico.
Pequeña desinteresada del orden.
Viajeros de madera.
Tos acústica.
Comandante
en mi pecho.
Voz canalla.
Cae el agua de un cactus hinchado
al suelo marcando
como un minutero
el tiempo que hace de una puerta.
La tapicería de este domingo
tiene manchas en el cielo
de almidón.
Solo pienso en las manos.
Aserrrín de los cuerpos.
La caída de aquella calle
a través de mis piernas.
Luego unos acordes maniatados.
Extraña conspiración de música
para este domingo de semillas
ciclónicas.
14/11/09
Polet
Siempre tuve perfectamente tomadas sus hechuras, la longitud de las piernas, que las mangas cayeran hasta la altura de la mano donde nace el pulgar, los cuellos almidonados y duros, talla 25-26. Y sin embargo.
A pocos metros de mí, Polet se revuelve en la silla como incómodo. Parece que noviembre ha comenzado a arañarle ya los pulmones y tose, polvo de otoño, como si se hubiera tragado las hojas secas de los viejos olmos. Yo me cruzo el abrigo de chenilla verde sobre los pechos dolidos y me quedo inmóvil, dibujándole, muerta de miedo por el reencuentro, hasta que un camarero decide cerrar la puerta de la calle y agradablemente tomarme del codo y la muñeca a la vez, como se toma a una anciana, Polet, e invitarme a pasar del todo. Déjeme masticar esta imagen, pienso. Y los cristales de la lámpara tintinean por la corriente.
Polet no mira para atrás, si ahora lo hiciera, sabría que he vuelto a ondearme el flequillo como aquella primera vez que nos vimos, mucho más oscuro el pelo y las piernas fuertes y la espalda recta. Qué ha sido de nuestros cuerpos. Tiene los hombros caídos, como si le pesase mi mirada sobre ellos y juega con las manos velludas, anchas sobre la mesa. Debe estar nervioso, hace tanto que no nos vemos. Qué amargo fue separarnos y, a la vez, qué bien nos hizo no estar obligados a querernos. Yo pude salir más. Aunque no te creas, no me notarás muy distinta. Luego, el cambio de casa, algún viaje a Roma, a la Costa Azul. No voy a decirte que no te echara de menos una tarde, cuando comienzan los fríos, gruñendo sobre la política, la sopa boba y fría en el mantel blanco. Ya ves, Polet, qué risa, dos viejos separándose, fuimos el murmullo de la calle estrecha.
El joven vuelve a hacerme señales, para que avance, al fin y al cabo, para él, debo ser una abuela tiesa en la entrada de un bar, camuflada su cabeza con el fondo gris de las nubes, toda esta imprecisión de los rasgos cuánto me duele.
Cinco zancadas más, pero que me cuestan el aliento que he guardado hasta hoy para verte, y estaré a tu lado y charlaremos como siempre y sin dolor, te contaré de qué me aquejo, hablaré de aquí para allá, sorteando los temas, enlazando el diálogo, de las manías de mi hermana Pinita, que sigue igual, de nuestros hijos, de sus familias, nuestras y a la vez nuevas, en las que no consigo ubicarme. ¿Lo harás tú? Sigo tirando de mí hacia ti, aunque algo me detenga, como si corriera en una pesadilla, como si gritara bajo el agua. Y
cuando ya no puedo resistirme más al empuje del camarero, me dejo caer en la silla. No entiendo nada Polet, parece que algo no va bien y va a impedir que tengamos al fin nuestra cita. El camarero me despeina porque me toca la cabeza con las dos manos y me despinta la cara que, cuidadosamente, horas antes, maquillé para ti, tapando las arrugas y los años. No me deja hablar contigo y dice cosas horribles, que no estás, que ya te fuiste. Yo me pongo a llorar y tú ni siquiera te das la vuelta porque sigues ahí esperándome, nervioso. Me arranca un libro de las manos donde veo tu nombre y, entonces, algo, me dice que no estoy ahí, que yo no estaba ahí. Tu nombre, Polet, dentro de las páginas esperando a una mujer en una cafetería de la avenida grande, el autor no, tu nombre, cuál era entonces tu nombre, aquel libro que tú leías en Innsbruck. O Ginebra. Qué más da. Luego el joven, que se parece rabiosamente a tí, también llora y, cuando me dice mamá, decido escupirle la tila en la cara y mirar con odio tu silla vacía junto al cristal.
4/11/09
1/11/09
La revancha de la primavera
(He olvidado poner mi altarcito de muertos).
Es la revancha de la primavera. La pasada.
No es cierta escritora muy santa de mi devoción, pero ahora, por ser de todos el día, la felicito también. Y porque el jueves, sentados por riguroso orden alfabético, de sus manos recibimos un título de posgrado y unas palabras:
(además de que haga su trabajo)?:
amor".
Precisamente la persona que estaba sentada a mi lado en tal evento fue mi primera editora. Tengo algo que agradecerle. Ver mis poemas hilvanados de forma preciosa. Sin embargo, lo nuestro fue una larga y fría primavera.
Y ahora, ante la dificultad de que nadie, ni yo misma, pueda acceder a Veinte años sin lápices nuevos, que yo no sepa bien qué ha sido de mis páginas y eso, les aseguro, me causa mucho dolor, quiero colgarlo aquí. Qué sentido tiene que exista si llevo meses diciendo que no sé cómo tocarlo, ni llegar a él. Si nació fue para ser compartido. (Al lado, a la derecha pueden descargarlo en pdf si hacen click sobre la imagen o comprarlo a través de la web de la Casa del Libro que sí funciona...)
Por si este es el último día de calor del año.
Ojalá les gusten.
El resto, digamos, es frío y me lo callo. Bastante tenemos por delante.
Un abrazo.
14/10/09
versos veloces
El misterio
de aquella habitación que rodaba en sigilo,
el camisón
verde
era un tablero de damas,
un dedo más arriba.
Afuera, ya te digo, estaba el cielo,
un Boeing nosécuantos,
un animal con luces
parpadea.
Estiro de la lluvia. Desato la costura.
Me tumbo en mi morada. Mi casa es un pequeño
laberinto imantado.
Está el olor a viento.
Afuera está la noche, está la tierra
durmiendo en su letargo de órbita infinita.
Soy la viajera, la perdida
apenas diez centímetros de aire
y la mueca, cicatriz de una boca.
ni el derrame lechoso de la Luna
encima del follaje. La Luna dentro de vosotros,
los dormidos viajeros,
como un temple.
Luz concreta
como un nombre.
La foto de aquel hombre,
ahora me doy cuenta:
en este río
yo me ahogué
en el año
dos mil seis o nueve.
Mi cara descendió por la pendiente
como por una ventana. Una parte de mí
aún desespera, y espera levantada.
Aquel modo, de comeros los dos
el uno al otro, la doble mitad de la naranja,
desnudos a la luz de la nevera,
como una resina fría y dulce
ángulos de luz que incendia el agua.
Notita al pie: le dedico la "y" después de coma a David Jota y Lara. Para que me digan si está bien o mal puesta, jiji.