20/12/12

fragmento del último cuento


Y después, como si cada semana no le hubiera dejado más opción, antídoto contra la verdadera oscuridad de los domingos, bajaba la escalera hasta la recepción para esperar su llamada: ¿puedo verte ahora? Si quieres, sí. Siempre sí. Y aparecía despeinado, cubierto de lluvia en la puerta, los bajos llenos de barro, su cuerpo estático como un vampiro que no puede entrar hasta que el anfitrión se da por vencido y se entrega al mal. Y escribían versos muy pobres, migajas de palabras eléctricas sobre la gran moqueta europea. Hasta que un día se rompieron en dos.