Hace unos días, un mensaje remontó el frío de 17 años para llegar a mí. Me lo enviaba un compañero del colegio. En él, deseaba que me fuese bien la vida y confesaba, muchos recreos después, que yo le gustaba en aquel lejano entonces. Cómo. Hoy, tomando un café en la calle Barquillo, más pensando en otras cosas que me empañan, he querido responderle algo, intentando recordar cómo lo haría la niña que yo fui, cuando me sentaba delante de él, o detrás, quién sabe ya, en EGB. Desde dentro, no me veo muy distinta de entonces, cuando aprendí a venerar a mis héroes y las palabras. Cuando atizaba al balón con todas las ganas. Creo que ahora me falla más el sentido de la justicia. De las pocas escenas que recuerdo nítidamente hay una en la que yo me levanté a defenderle de una matona de patio, en clase de octavo de inglés, muerta de miedo. Hoy ya no sé si lo haría.
No sé quien dijo o escribió “ahora que de todo hace veinte años”. Creo que he doblado una esquina del camino. Y este ha dejado de ser de arena para ser de asfalto.
fin de curso, fin del colegio
1994