12/3/16

último o primer mes de marzo

Hemos ido hasta la casa antigua. Aquí me caí de la bicicleta, le cuento, en este camino está mi sangre de las rodillas pequeñas. Me molesta el desorden de la tierra. En mi memoria es diferente. Hacemos el sendero del campo y, desde arriba, observo la que fue mi casa. Los árboles han crecido ridículamente en ese jardín tan pequeño. Él habla de aquellos que se jactan de no saber de ciencia −gente como yo que hace años se olvidó de la fórmula de las raíces cuadradas−  y de aquel hombre que apareció esta semana en la televisión sin miedo a hablar: lo digo porque no espero nada de nadie, decía. El cielo está azul y es el primer sol de marzo. A mí me falta el aire dentro y tenemos que parar y sentarnos sobre una piedra. Nuestro perro corretea junto a las vías del tren. Algo se estira y empuja contra mis pulmones tratando de hacerse hueco dentro y me corta la respiración. Siempre quise pasear por este campo con un hombre y un perro. Y que los dos me quisieran y me esperaran entre las jaras. Nunca imaginé que iríamos a este paso mío, tan lento.