Cuando a una le rozan, un poquito, el corazón y no se defiende. No con los dientes, quiero decir que no está alerta, la emoción se desata y se llora. Cuando una se da cuenta de la suerte, de los minutos, cuando mastica una felicidad dulce. Cuando una escucha, y ve la risa entre el humo que nos rodea. Cuando se comparte la sorpresa por el descubrimiento. Cuando una escribe y lo disfruta. Cuando una hace crecer las plantas, las estaciones te compensan, desatan lo condensado. Me sucedió en el Bremen. Ese barco al que nos invitaron a subir Lara y Rebeca. Marina escribió esto. Y no puedo dejar de ponerlo:AROA EN LA VENTANA
Aroa, de huida, detrás de una pantalla blanca como su sonrisa se expande como una estrella viajando en el tiempo, a través del espacio. Aroa asoma detrás de su flequillo rubio y gasta pocas palabras, que guarda en cajitas en su mesilla de noche junto a los libros y el pijama. Aroa escribe detrás de las ventanas y moldea el mundo para que tenga algún sentido, desde su universo de pléyades y viajes al sur, atravesando océanos, uniendo continentes. Aroa en Irlanda y en México y en Alemania y en Venecia deja las huellas de sus pequeños pasos en mil rincones del mundo. Aroa bebe té y trae mil aromas de vuelta. Aroa escapa en el sabor del café y sueña con un patio en el que la lluvia golpea con el sonido de la amistad y del amor, porque sabe que en él brillará el sol cuando ella extienda su hamaca. Aroa baja medio en pijama a comprar leche al súper de la esquina y se sabe en el centro de la galaxia de una ciudad que nunca descansa. Aroa planea robar un naranjo que es su otro yo y plantarlo en el jardín de asfalto para que vuelva a echar raíces y nunca más se sienta solo. Aroa piensa canciones que nunca canta en voz alta, desde que una guitarra envidiosa desterró los afectos para que los echara de menos. Aroa sueña poemas que inventa mientras conduce a ninguna parte, a lugares en los que nunca escondió su futuro. Aroa crece y aprende a mirar con otros ojos. Aroa dice “yo también he traído patatas” y de su frase brotan historias que compartir en una cueva al calor de la literatura. Aroa se ilusiona con las cosas que caben en su mano y nunca apaga la pantalla de los afectos. Aroa teje cadenas de personas de las que no desea soltarse. Aroa enseña unos dientes aún por afilar, pero desgastados ya de apretar las mandíbulas de tanto callar ante las realidades contra las que no puede luchar. Aroa desempolva su vieja pluma y firma su rendición a las responsabilidades adultas con la ilusión de un niño abriendo los regalos de Reyes. Aroa dibuja planos de un hogar de colores que desea habitar y seguir llenando de instantes que no pasarán. Aroa pone carita de pena y un muchacho marinero que escribe historias le jura amor eterno. Aroa imagina que la felicidad es verde y aparece en la cocina cuando se levanta de noche a beber agua. Aroa sabe que los años luz miden la distancia y no el tiempo, pero ya se ha acostumbrado a no poder retenerlo entre sus labios. Aroa atesora libros que valen más que todas las monedas de sus bolsillos y cada libro guarda una historia, partes de su historia repartida en lomos de letras brillantes desde que su abuela aguantó cola para regalarle una dedicatoria. Aroa no tiene un sofá rojo, pero sigue resbalando por sábanas con sabor a desayuno y confidencias de película antigua. Aroa imagina otro trabajo en el que no tenga que vender tan cara cada una de sus palabras, en el que no tenga que mirar para otro lado y escupir después, lejos de un lugar al que no pertenece. Aroa no cree en la casualidad pero sabe que la vida sorprende sin avisar y trastoca el mundo justo cuando volvía a estar rehecho. Aroa, detrás de una ventana que mira a un patio que es como un jardín, se dice que ya es hora de dejar de huir. Que por fin ha encontrado un lugar en el mundo, un centro en su universo. Aroa abre los ojos y sonríe. Aroa ve al Muchacho atravesar el patio, su paraíso particular, y abre una puerta que no desearía cerrar nunca. Aroa, en este momento, es feliz.
Coda: (escrita a hurtadillas, entre texto y texto, en la cueva, en la tarde-noche del 21 de mayo de 2008) Aroa se emociona y llora y yo, que también estoy sensible, lloro sin que se me note. Aroa se emociona y llora con el texto que escribí sobre y para ella y yo tiemblo por dentro, y deseo atravesar la mesa para abrazarla y darle un beso en la mejilla. Pero no lo hago. Me quedo quieta, temblando sin que se me note. Y me limito a escribir esto.
Gracias a tí, Aroa, por la emoción.