Hasta los huesos. La chamarra naranja que no es mía cubierta de
agua. Un paso, otro. La calle brillando bajo la lluvia. Hace horas que se hizo
de noche frente a la sierra de Matlaquiahuitl (como hasta hoy no supe el nombre de sus
montañas, lo diré cien veces). De pronto, he echado a correr. De puras ganas. No sé,
mal. Dos camionetas de policía, con su metralla, con sus chalecos antibalas y
ese ir apuntando por la vida. Freno. Es la misma tierra mojada. Es la misma.
Tierra. Y estoy mojada. Y no es que se haya arrugado el gesto de los amigos. El
tiempo aquí ni se esfuerza en castigar
la ausencia. Pero esto no es más una alteración cronológica. Un presente
alternativo. Vuelvo a la casa. El tren de mercancías embiste la noche. Los
gatos pelean sobre el tejado. El agua se estrella con furia contra la lámina. Las
perras negras se refugian de la tormenta bajo la cabaña. Tal vez mañana.
5 comentarios:
Te eché de menos! Tiene alguna traducción Matlaquiauit?
Me gusta esa fluidez narrativa; adelante. Y gracias.
Significa cerro de los diez aguaceros.
Qué nombre tan chulo. Y qué historia tan de aguacero.
La desesperanza bajo la lluvia es menor, menor.
Besitos, preciosa.
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