3/1/08

el periódico



El suceso manda. Lo dijo el jefe en la última reunión. Y a los fotógrafos, a ver si encuentran otro ángulo más original. Pero una rueda de prensa, por imaginación que le eches, no tiene más ángulo que el oficioso, el marco perfecto para la ocasión. Política. Medio Ambiente. Sociedad. Consumo. Tribunales. Economía. Deportes. Vivienda. Sanidad. Cultura justa. Bajo estos nombres la realidad se nos fragmenta cada tarde.
Somos muy pocos. Trabajamos rápido. A veces, si me paro a pensarlo, siento rabia. Ayer eran las 22.30 cuando me fui de la redacción. El periodismo. Hay dos cosas que me he cansado ya de defender. Una es este oficio que me ha dejado disfrutar mientras trabajo. La otra, mejor me la guardo. El periodismo. Entré en la facultad con la única vocación de escribir. Pequeño error, guardo palabras en cajitas. No conseguí hacer muchos amigos. Los tuve. Pero de la facultad no los conservo. Recuerdo un diciembre en que pregunté muchas veces que hacía yo allí si mi clase preferida era la de libre configuración Poesía Hispanoamericana del siglo XX. Éramos 7.000 en el edificio gris de Ciencias de la Información. Pedro Sorela, el escritor... el que me dio redacción periodística en sgundo, me rompió un texto delante de toda la clase. Un texto que era un no-texto, una no-información, unas no-palabras. Había que hablar de lo que sentíamos al ver la exposición de 'Los Sueños', de Picasso. Y a mí, que siempre he tenido tendencia a gastar papel, me salió en verso. Me marché de su clase aquel día. Portazo detrás, muy enfadada. Pero aquello no terminó mal.
Otra vez me echaron de clase. Fue en primero. Yo estaba leyendo una novela en la última fila. Era el día que nos daban las vacaciones de Navidad. El catedrático, un dinosaurio de los que habitan en los pasillos de la Complutense, hablaba de internet. A mí aquello, era el año 1.999, me sonaba a invento raro. No tenía ni correo electrónico. Así que mi cabeza se centró en el libro que escondía sobre mis rodillas. El profesor, empezó a gritar. Señorita, oiga. La de última fila. Yo le estaba escuchando, pero no podía sacar la cabeza de aquellas páginas. Cuando levanté la vista, el Ripoll estaba a mi lado. Crucé la clase de 120 personas con mi librito bajo el brazo camino a la cafetería.
Pero una vez que salí de allí y le saqué la lengua a la institución, todo fue a mejor. El periodismo me enseñó Alemania, me llevó hasta los rincones de México. Es un oficio que tiene de todo: gente honesta y mucho tramposo. Pero los errores quedan siempre expuestos. Las farsas las conocemos todos. A los ladrones les podemos poner hasta nombre.
En nuestro pequeño periódico no miento si digo que se hacen los textos con artesanía y burlando a las artimañas con las que la publicidad nos sujeta. Por las tardes, cuando se pone el sol, hacemos palomitas y la redacción huele a té. No hay tensión más allá de los cierres y las páginas. No se discute. Es el salón de mi casa pero con el mono azul de la tinta y las palabras.
A mí el periodismo me ha dado paisajes, historias, recuerdos hechos papel. Tal vez la cara más gris no la conozco. Estoy en el principio, donde aún no han existido los fracasos.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

de ahí tu sonrisa.

¡plas, plas, plás!

david dijo...

Me acabas de dar una idea estupenda para un tema para el taller. Darle a Pedro Sorela una paliza, y narrarla.

Y sobre el periodismo, yo es que tengo desdobles conceptuales respecto a tu profesión. Por un lado la odio y la desprecio, porque yo lo odio y lo desprecio todo, siempre gruñendo, grrr, ya lo sabes. Pero por el otro, sois los vigías que desde las atalayas contemplan con un ojo el horizonte, la mano en la cuerda preparada para tocar alarma, y con el otro cuidan nuestro sueño, nos miden y nos exponen a nosotros mismos.

No todos, claro, y algunos tocan la campana como quiere y cuando le conviene a cada cual o, peor, al amo, y otros dan las alarmas como mejor les viene. Pero para eso estáis y tenéis ese poder.

A mí me parece sumamente bonito, la verdad.

Así que me uno al nanplauso: ¡plas, plas, plás!

NáN dijo...

Lo pequeño es hermoso.

Tendí a olvidar, enredado con tanta tontería, este pequeño principio básico.

María a rayas dijo...

jaaaaaar...me siento tan identificada...ese edificio gris que nos absorbía y desde el que no se veía el sol, las ganas de escribir, el Ripoll tan prepotente y resabidillo...tanto tiempo perdido...

me gustaría seguir teniendo esa fe en el periodismo que tienes tu...tendrá razón pepín con eso de que soy un poco negativa??

beso de labios rojos y ojeras moradas

AROAMD dijo...

no es fe, es ganas y no desánimo... contágiate!!! no seas negativa y olvídate de las precariedades que nos ofrecen... y hacia adelante siempre hay camino... sólo habrá que saber cuál es el que más te gusta y echarle ganas. No dormirse, como yo hoy y a esta hora, y como, imagino, tú.
Muchos besos pequeña...

muchachos: daviiid sosiega con el Sorela... que al final me admitió el poema como texto (ahora no le perdonaremos nunca el el episodio público y la falta de pedagogía... menos mal que una entonces opasaba de todo...)el periódico de hoy tal vez tenga algo de tí?
Y Nán... me hace tanta gracia cuando aplaudes con esos ruidos... Lo pequeño es hermoso, y te deja aprender más...
Un abrazo

conde-duque dijo...

Pues yo no sé a qué esperan para publicar en portada esta maravilla de texto... Sería el mejor homenaje a vuestra profesión.
Aroa, con ese espíritu y esa forma de escribir vas a llegar muy lejos, te lo digo yo (así que no me hagas mucho caso y sigue luchando).
Besos.

sansopey dijo...

ay, jar...
aquellos primeros emails escritos a cuatro manos, entre carcajada y carcajada, al aventao del campurriano que andaba en NY...
aquellos cafés laxantes en la mole gris despotricando de sorela, ripoll o quien fuera, viendo opciones para cambiar de carrera o añadir otras más apetecibles a las ya empezadas...
para cuando una visitilla? un regreso al pasado que llene mis suspiros de nostalgia? que me apetece
Y sobre el periodismo, he de decir, que desde que trabajé en un periódico me reconcilié con la profesión. Tiene su intringulis y me causa respetito (cuando se trabaja con profesionales profesionales -esa rara avis- y valga la redundancia)
besote gordo

Anónimo dijo...

me gusta leer que quedan periodistas sin desencanto... los que tratan conmigo no son tan optimistas como tú, yo misma perdí la fe cuando hacía "periodismo cultural":
-por qué no cubrimos la presentación de esto??
-porque son rivales
-ah vale, qué tonta

Las entrevistas eran pura rutina y mi logro pequeñito fue hacer sonar a quique gonzález después de mi sección. Por si alguien nos escuchaba al otro lado...

Pero leerte me devuelve la fe. Algún día, Aroa, estarás en un medio grande y yo leeré tranquila lo que tú escribas, o escucharé atenta tus palabras. Porque confiaré en ti, igual que confío todavía en algunos periodistas!!

Besos y hasta pronto!

elchicoquequeriaserbreteastonellis dijo...

No sé, el periodismo... Es un tema. Yo soy periodista, por ejemplo, aunque me he pasado la vida disfrazándome de mil cosas distintas: filósofo, para empezar, profesor, teleoperador, minutador nocturno, distribuidor de cortometrajes...

Pero, en el fondo y en la forma, periodista: con sus reportajes, sus críticas y sus entrevistas. Sólo que como trabajo la experiencia fue algo desastroso.

O quizás no, no lo sé.

Me dedicaba a hacer todo lo que odiaba mientras la audiencia del periódico se duplicaba, se triplicaba... más o menos como mi sueldo. Algo parecido a un creativo de publicidad.

Y me cansé. Y me fui. Y me metí en un bar. Y aún no he salido, no vaya a ser que alguien me esté esperando ahí fuera...

AROAMD dijo...

los bares, las estrellas y todos los rincones donde esconderse de las páginas y las presiones están mu bien. Pero... se me pasa por la cabeza pensar que si la gente que guarda un poquito de honestidad se retira ... quién se queda?

oye, entonces, en el taller somos maoría de periodistas???? (cuantas cosas se explican)