Tener miedo era esto.
Entonces.
Tenía mucho que ver con la materia.
Y cómo cierras la boca. Cómo no te vas. Cómo te aguantas.
Cómo no eres ni la mitad de fuerte, de lista, de guapa de lo que pensaste.
Mientras, tus amigas se han marchado muy lejos. Ven caer la tarde sobre Lima, hojean los capítulos de los libros que soñaron.
Tú has alimentado la boca de la página que no vas a escribir.
Bebes con moderación, comes menos que un pájaro.
Él te mira con la preocupación de quien no sabe cómo sanarte. El atento.
A veces, cierras los ojos con la tele encendida y, a horas, de madrugada, te despiertas pensando que esto ya va a pasar, porque te toca, y que nadie va a quedarse solo, que los grandes sabios de tu vida van a volver a acariciarte el pelo.
Que alguien te va a dar un algodón bañado en coñac a medianoche y que algún día volverás a dormir el sueño de los despreocupados.
