30/9/08

Bodas de Sangre, junio de 2003, Alemania

Yo me arranco corriendo de la cama y le traigo el libro del salón. Aquellos pequeñitos que a 300 pesetas se compraban. Hacía ya diez años. Cuando leo el poema de Ítaca, pregunto si comprende. Pero sabe. Porque de pronto dice que Nietzsche y los viajes. Contemplar el camino. Otro día leímos Elegía a la luz de la lámpara que heredé de un amigo. Columnas vertebrales. Médulas de verso. Se me cayó una lágrima a mitad de palabra, se hizo el nudo. Dentro de poco será domingo y le llevaré engañado por el vino a la Espada de Madera, a ver Bodas de Sangre. A mí se me alterará el recuerdo de la sala de ensayo sobre el césped, de la nieve deshecha, del Aula. Pero conozco el bar y la mesita donde luego explicarle. Nunca termina de caber la vida dentro de la vida. Al final me pregunto si yo entiendo a Kavafis.


27/9/08



Estuve en una sala de teatro alternativo. Vi la obra 'Años 90'. De todo el texto rescato esto porque me impactó la imagen que está en negrita.

Yo no trabajé por el mundo
Porque sabía lo que pasaba
Sabía que todo era un robo
Trabajé por el fin del mundo
Sabiendo que el cielo se pondrá verde
Todo será horrible
Olerá mal
En el cielo aparecerán las imágenes
De Vietnam de Armenia de Ruanda
De Angola de Irak de Corea de España
No hay ningún país que no evoque una catástrofe
Decir el nombre de cualquier país
Es decir el nombre de una catástrofe
El día del fin del mundo
Será mejor que cualquier ruina
Que cualquier pintura
Que cualquier verso
De tanto explicar el fin del mundo
El hombre es parte del fin del mundo
Y es el fin del mundo

Pero toda me pareció un canto de desesperanza. Yo no quiero pensar que soy el producto de dictaduras pasadas sino el resultado de los que las abatieron. Que mi vida no es una imagen fracasada de lo que la historia ha hecho de mí. Que tengo fuerza en las manos para no rodearme de restos de alas partidas, de estrellas de plástico que se pegan en la pared. Aun puedo mirar hacia arriba y encontrarlas. No quiero bañarme en coca cola porque me queda agua limpia. Me pareció un canto a la supervivencia entre los errores de la humanidad. Dar saltos sobre los charcos de un diluvio de lluvias sucias.
También pensé que qué difícil es contar una buena historia. Una historia que no sea la historia de siempre con otras palabras. Qué difícil.


No me la creí.

25/9/08

bajo el volcán



Él nos escucha mientras leemos con la mirada ligeramente levantada hacia arriba, intenta no sucumbir al humo que se respira entre los papeles. Si me ve despistada, yo vuelvo al cuento. Sé lo que nos cuesta convencernos de que el silencio no es malo que, a veces, entre dos que están, no hacen falta demasiadas palabras, cuando las cosas quedan suspendidas entre los ojos. Primero pensé que era un profesor de literatura, invención de otro, y lo creí. Luego faltó a la primera cita, cuando su cara era una de aquellas a las que yo más quería poner gesto. Luego hubo palabras y más palabras. Y antes, una forma de entender del que sabe. Que lo humano no se lo quitan a uno los años. Ni la risa, ni las ganas. Que a veces me cuesta mucho regreso al cielo saber qué decirle cuando escribe. Y a veces, es verdad que las mejores vacaciones son las que se tienen en la calle de al lado, con esas vistas al jardín verde que se apropia desde la terraza, saltando el muro, donde los dos árboles enamorados cayeron juntos, uno detrás de otro. Y aquel tequila que, mano a mano, se echaron cuando en la casa solamente había vasos de plástico. Aquellas historias que nos bebimos de a poquito. Que nos vamos bebiendo. Yo las suyas, él las mías. Todos las nuestras. Saber que queda camino para dentro. Por mi parte, aunque en silencio, laralá, ya lo andaremos, a mezcalitos, despacio. Si en Malasaña hubiera un volcán, los dos viviríamos tranquilos bajo su inquietante sombra.

22/9/08


Dejo El Peso de las Naranjas sobre la bandeja de las notas de prensa. Para sentirme a salvo. Enciendo el ordenador. Le envío un email que dice eso: lo voy a dejar ahí para no tener miedo. El director bromea en tiempos de lluvia. No me río. Ni siquiera le escucho. Nunca sacó la cara por nosotros. Cuando nos vendieron, no supimos hasta que punto estábamos perdidos. Voy a ir a comer a casa de mis padres, refugio en este día donde septiembre avisa que no es verano. Las gotas estallan contra las ventanas, les digo. Reparten mi reflejo sobre las hojas verdes. El hombre tosió toda la noche y se retorció buscando el aire, pero se fue temprano. Hizo el café, lo dejó en la mesilla y salió casi olvidando anudarse la corbata. Luego subió el vecino de abajo y observó nuestra casa. La cama aún conserva las arrugas, le explico. Hace un año la apuntalamos y hoy ni cicatrices quedan, dice. Se asoma a la ventana para saber cómo les miro. Cómo las cierro cuando hay palabras que se buscan las rendijas. Luego está ese silencio de mañanas. La televisión arroja mierda temprana y repetida. Me tumbo en la morada de la lluvia, sueño con un pesero veloz y loco que atraviesa la ciudad del otro lado, su olor de hierba viscosa, me rindo a cómo el suelo se imanta a su contacto, me siento desplazada del terror, es el libro, flotando en una órbita otoñal.


19/9/08

El aire escoge el vientre de los pájaros.
Las camisas
colgadas en la cuerda, me señalan.
Las estrellas perforan el aliento
más frío de la noche.
El que no entra en la casa como una lengua loca
es un niño cobarde que no muerde la carne
sin permiso.
Hay un tren con su ruido dentro de cada cuerpo.
Y unos ojos que hambrientos
se devoran
dejando en las esquinas
sus remolinos verdes

como pieles intactas
de manzana.
La ciudad en septiembre es una espera absurda.

17/9/08

¿por qué me llamo Aroa? O cómo la gente llega a este blog buscando a los Chunguitos

Pues no sé, decía yo de pequeña, tratando de negarme que mis padres, hacían así un homenaje a cierta serie de dibujos animados llamada El Perro de Flandes, una imitación de Heidy pero que trascurría, supongo, en Flandes. Mi abuelo decía que mi madre se parecía a la niña de trenzas y mi padre llamaba así a mi madre hasta que me tuvieron a mí y recogí el testigo. Y gracias porque si no podría llamarme Gregoria o Concepción, quién sabe (lo siento por los que llegaron después…)
Luego descubrí que hay una zona de Venezuela que se llama como yo (oh! Esto es mejor para soltárselo a ciertos sujetos… estupendo). Un valle, una sierra, un río e incluso una playa se llama Boca de Aroa, por donde pasó Dani cuando allí anduvo y miró desde el autobús para darme el primer testimonio de cómo era.
Luego, que si del germánico antiguo significa noble, buena gente (claro) … a ver, pero no hila con que yo me llame así…
Pero, lo mejor llegó más tarde. Una noche de los 14 años, andaba yo viendo la televisión. Sorpresa, sorpresa, y ahí va Isabel Gemio y se acerca a una Muchachilla y le dice: Me han contado que estás muy triste porque no tienes una canción con tu nombre. Anda, y yo, pensé. Y la niña: siii. Y yo: aquesellamaaroa, aquesellamaaroa… Y la Gemio, contoneando el micro como ella hacía: cómo te llamas, y la niña: A-ro-a.

Pues sí tienes una canción.
Y entonces allí, sobre el escenario, aparecieron ellos, Los Chunguitos y cantaron.




La otra parte de la historia es que cuando era pequeña, mis padres acostumbraban a ir a un videoclub llamado ‘López’ en Usera. Mi madre recuerda haber visto allí algunas veces a Los Chunguitos y sostiene la teoría de que esa Chaborrilla, hija de un chungo, le debe el nombre, ya que probablemente su padre se lo escuchara a los míos, en los pasillos de aquel videoclub: aroa, no cojas películas, aroa no corras, aroa, …

Gracias infinitas Chunguitos por traerme tantas visitas al blog buscando vuestro arte.


16/9/08

dónde

Dónde estuvo el futuro cuando me despisté de él. Cuando invisible el acero en la silla coja me sujetaba. Y no pude ver. Cuando me aberraban las aceras de las calles y el volante. Cuando vi a los compañeros que lloraban. Dónde estaba yo que subí a un volcán para escribirlo. Dónde anduvo el verso cuando dentro estallaba por cualquier parte. Dónde yo. Donde los artículos determinantes entregados dolidos llenos. Imposible contar cuando sucede. Imposible vivir para contarlo. Y desconfiar entonces de esta página que no pasas, que no tocas. Que hoy está aquí y dónde está mañana. Dónde aquella pilita de libros en la mesa y yo a contrarreloj por mentirosa y diciendo que ya estaba que podía que sucede. Y el empeño. Y el telón sin saber si detrás estábamos ya todos preparados. Y el teléfono al suelo por los nervios nunca con ira. Dónde la energía del no dormir. Donde la vitamina la tensión alta de la sangre donde el verbo adecuado sucio oscuro. Hace falta llorar para derramar lo que se acumula como alto de armarios donde nunca miras. Donde la imaginación el desenlace de las casas las páginas. Qué difícil el genio y mantenerlo.


Regresando

aunque no sepa de dónde.

10/9/08

Anoche vigilaba la lluvia. Era la primera vez que las ventanas soportaban su embestida y su fuego. Cómo sería la casa durante la guerra, pensaba. Se hincharían las maderas vírgenes. Tendrían miedo en este mismo cuarto sus habitantes. La pintura plástica ha borrado sus sombras. Tal vez un grito hubo. El granizo me asustó metálico contra la baranda. Habría bombas cerca. Él dice que huirían a los refugios. Su miedo no es el nuestro.
La semana pasada vi caras tristes. El nervio. El periódico redujo su tirada, las manos que lo ciñen a las páginas. Nadie salió con cajas por la puerta como en las películas, porque nadie nunca tuvo nada. No hubo plantas, ni fotos familiares sonriendo. La asunción de estar de paso por sus mesas blancas. Qué hacemos los que nos quedamos además de callar. Esperar que esto expire. Esperar las semanas de otra forma. Su caída. Sin duelo.


calle San Bernardo, 1939
(del mismo sitio que las fotos del post anterior)

3/9/08

mamá, cuando la vida era en blanco y negro...

Así empezaba yo siempre a pedirle a mi madre sus recuerdos...


He disfrutado mucho esta página. Paseen por mil sitios del Madrid de hace años...


Sólo tienen que hacer click en este billete al pasado.


Yo vivo por aquí, pero años después

2/9/08

Nunca he escrito sobre mi hermana. Voy a hacerlo.



No puedo.



Hace poco soñé que ella no estaba. Me desperté en mitad de la noche y lloré.

1994