27/2/08



Nos han comprado. Han llegado, han sacado sus tarjetas y las han pasado por nuestras manos. Así es y ha sido. Así dependíamos de otros. Pero ahora es tan explícito que una se pregunta por las ganas que le quedan. Han llegado y han pintado de naranja y azul nuestras páginas. No sabemos quienes son. Quién está detrás de esa mano que ayer volcó nuestro trabajo por las ventanas y lo meció hacia la derecha. Sigue la línea, me dijo el nuevo. Y me obligó a escribir una mentira. Yo pienso en la hipoteca y en los trabajos de otros. Pero otros no son lo mismo. Porque no hay firma ni uno tiene que implicar sus principios, su nombre, lo único que le resta, su parte intelectual. No es lo mismo que rellenar una base de datos. No sé qué habrá pensado el abuelo que repasa al sol en un banco de Móstoles al leernos. No sé qué haré yo. Veo la preocupación de los compañeros. El director apaga su despacho. No es un desaire, nos dice. Es un vuelco editorial. Es dinero, pienso yo. Así es el cuarto oscuro de este pobre poder. Supongo que entre salir volando a cualquier parte y tragar, me tendré que esconder. Y ser un anónimo avergonzado. Una noticia de agencia. Y poder vivir de ello.

22/2/08



y qué

si hay unas manos

pasando

sus dedos

a través

deshilachándome








(creo que la foto la hizo sandra)

18/2/08

fantasmas

Ayer escuchamos un ruido en la casa. Una especie de chillido agudo. Mis padres nunca abrieron mi boca y me dieron de comer el miedo, pero siempre hay algún otro voraz con los niños. La fábrica de fundiciones es la casa de las brujas, decía mi tío. Y yo me asomaba por la ventanilla del coche en Villaverde, me estiraba hasta ver en segundos el fuego escapándose por sus paredes. Y esas garras de hierro moviendo los metales de una caldera a la otra. Aquel humo negro que llegaba hasta nuestras calles en verano, aquel perfil de chimeneas de hormigón y altos hornos. Un escenario terrible. La imaginación puede tomar caminos peligrosos.
Yo no he sido cobarde, pero si he metido mi cabeza debajo de las almohadas de cuando en noche para no escuchar. No ver. No tocar.
Ayer grité. Fue el cansancio. El fin de semana sumó un total de seis horas de sueño tal vez. El cerebro pasando del off al on constantemente. Los sobresaltos. El sofá me rindió, la televisión encendida, la casa apagada. Todos duermen. Me arrastro a la cocina a por un vaso de agua. Apago el ordenador, la luz de la lamparita del cuarto de estar. Camino a tientas por la casa en mi memoria. Con los ojos abiertos. Y de pronto, de la oscuridad se forma una persona. Las dos en el quicio de la misma puerta. Primero pienso, milésimas de segundo, quién es esta mujer que está en frente de mí. Luego, la mente se desborda. No es real. Cierro los ojos. Los abro y busco el interruptor por la pared con una mano desesperada y hundiéndome en mí misma, desapareciendo de mi propio cuerpo.
No hay nadie. Pero se me ha escapado el grito, la respiración de golpe. El espasmo.
Subo las escaleras alumbrándome con el teléfono. Me desnudo y ni busco el pijama. Me meto en la cama.
No recuerdo más. Dormí. Casi hasta ahora. Cuando la casa huele a café humeando y a tostadas. Donde el quicio de aquella oscura puerta es la cocina llena de luz y las tertulias políticas discuten los asuntos de la campaña.
Me gusta buscar entre las cenizas. A pesar del encuentro. Y allí, debajo del polvo, sigue la vida que pasó. Lo que hiciste. Frases sueltas buscando un temblor. Futuros improbables. Pasados rotos. Y me entra un miedo real y humano. Capítulos que nadie lee. No me pueden decir que no existen. Creo que por mi bien, ni deban. Hay fantasmas que sé dónde viven, conozco su nombre y, en mi búsqueda, he podido hasta conocer su mirada.




Antigua Fábrica de Manufacturas Metálicas Madrileñas

o casa de las brujas

En Villaverde, Madrid

16/2/08

algo cansada


Es verdad que la ciudad de mañana es muy distinta y pocos se levantan a verla descansar en sábado. Está tirada en la cama, descuidada. En posturas abiertas y se deja tocar. Yo bajo en taxi por su suroeste –rápido, le digo- y desciendo el paseo y al fondo la catedral y el palacio y hasta las obras del río están cubiertas de una neblina de resaca temprana. El coche en zona azul. Las nueve. Las botas, el pelo enmarañado, las medias rotas.
El abandono de la cama.
De la calma.
El día por delante. Llego a casa, a casa de mis padres. Una taza de café o ya no existo. Estoy despierta y aprovecho. Vamos a ver muebles de cocina. De camino me puede la verborrea del cansancio. Pero allí, con toda esa vacinería (y que me asalten los dueños del idioma), algo se empieza a quebrar en mi espalda, me astilla los lagrimales, me descompone las palabras que, deshechas, se quedan a medio camino entre la cabeza y la boca. No puedo mucho más.
Aún me arrastro a hacer la compra. Naranjas, manzanas, plátanos, leche. Manejo la furgoneta que me arrancó del sueño para salvarla de las multas de Madrid.
Qué ha sido esta semana. Despertarme y la pantalla. La mañana. Las visitas, las entrevistas, comer rápido. La otra redacción, la de verdad, la mía. La noche llegando. Alguna bajada a esta ciudad y los regresos. Los kilómetros de regreso que tantas ganas tengo de extinguir. Robando el tiempo a celebrar los millones de segundos en que existimos juntos.
Quiero despistarme del horario. Perder las horas en un supermercado. Leer un libro en el césped. Que el verano saque su ropa de los armarios. Verte venir. Encontrar un poema. Abrir el vino con un poco de sol. La borrachera de los mediodías. Resbalarme y desaparecer, despacito y sin prisa, en esa cama que aun no tiene forma.
Estoy cansada, físicamente y, sobre todo, reclamo horas más anchas para exprimirlas todas. Y cómo.

11/2/08

julianbozzo


"pero si un día ven que alguien sufre

agárrenle la mano

que sólo lo que se rompe

merece amor"

No soy objetiva, compró mi devoción el día en que estrenamos el viajero inmóvil y fue capaz de sacarme de quicio y luego inventar otra obra de teatro sobre la marcha. Fue capaz de mejorar a Neruda improvisando, de salir con un calcetín roto y la bragueta bajada en un acto de opio y delirio, de poner un acento que no reconozco, de hacer introducciones infinitas a ojalá en un corro de amigos, de hablar, de hablar sobre quién sabe qué cosas que tiene dentro, de coger la guitarra y crear un mundo donde las bandadas vuelan dirección Sangrilla, Torrelodones, Uruguay, donde inventa el cielo y los demás, podemos jugar.


Y va y hoy toca en libertad 8, ay juliancito, qué cosas...


a las 21,30


9/2/08

No te preocupes, podemos llegar con un depósito y cinco discos. Donde la arena se clavó estrechísima en nuestro pulso. Bostezar a los cristales del calor. Mirar África. Que levantes el brazo y señales el barro y nuestras pieles. Enviar un mensaje sin historia. Ahora quisiera decir no muchas veces decir no. Y que luego fuera sí al final en la terraza. Donde las sillas de rayas y el vermú de las 2. Donde el recorte. Y el coco y el aceite y la tripa. Y perder en las rodillas el sentido de la verticalidad que nos producen las semanas. Vacaciones por ti, y conducirte, dar vueltas con la mano sobre el pecho, parabrisas de frente. Despeinarnos. Quedarnos en la arena. Recordar que dolía el contraviento. Pero el reflejo. Y volver al coche y más kilómetros. Llegar hasta una casa donde el sol se ponía sin fascículos. Donde todo era sol. Era poniente. Y el río desertándose de tanta bajamar. Desembocarnos el uno en el otro. Dar el agua, los peces, los abismos. Bucear por las sombras de las dunas. Arrancarnos corrientes subterráneas. Luego dormirnos fuerte. Dormirnos y quemarnos. Después hielo y atlántico. La tarde la tarde la tarde que cae por la ventana, se derrama y la noche



y las excusas para empezar de nuevo.

7/2/08



'En la tienda de muebles

hay mil besos vacíos. Ayúdame a escoger,

mira la cama grande y abrazada,

el sofá de las tardes infinitas,

un armario que puede

doblar las estaciones y guardarlas,

de cuánto los recibos,

la mesa familiar, mira el espejo

que sabrá la estatura de los niños,

podemos firmar letras,

amor, es tu desnudo

lo que divide el mapa de las sábanas.

Seguir, envejecer, soñar la vida

en el tanto por ciento de un abrazo'

l.g.m.

5/2/08

"Es escribir a alguien

o lanzarse al silencio,

nadar en lo oscuro

encender una llama

aunque ahoguen las dudas"



Paseo por la exposición del centro Conde-Duque dedicada a la poeta Ernestina de Champourcin, la del 27. Me siento en un café sin nombre. Miro por la ventana Madrid temprana, una ciudad de la que cualquiera se podría enamorar y por la que cambiar las cartas sin darles la vuelta. Con su olor a cajas de frutería y congelados, a café, a guiso que se escapa de los sótanos abiertos, a mundo recién hecho y periódico mojado.
Pienso en algunas mujeres hechas de letras. De lejos, pienso en algunas periodistas que se marchan, en las que dejan en segundo plano la vida, el amor, los hijos sin nacer y toman un avión y se alejan y viven en una ciudad sitiada, en las calles, por ejemplo, de un oriente en ruinas. E imagino cómo la soledad tiene que desplomarlas en alguna tarde de lluvia. Las que se juegan la voz. Pienso en algunas mujeres que escriben, en la coherencia biográfica, no sólo hablo de ellas, al hacerlo. No vale ir a medias, porque a nada saben las medias tintas en la lengua. Pienso en mujeres, porque las hay, que buscan que se deje de pensar en que lo son.
Pienso en lo complicado de describir la felicidad. El desinterés que causa, a veces, la alegría. Pienso en todo eso sin llegar a ninguna coherencia, a ningún argumento, ni ordenado ni válido, para hacérselo llegar a nadie.
Pienso en las poetas. En vivir para extraer. En lo que se puede escribir. Y luego se me viene el deseo del horario y la estabilidad que ansío a media jornada y sin dinero B. Y sin embargo, en lo que estoy cediendo a cambio. Pienso inevitablemente en la adrenalina, en si se me hará necesaria alguna mañana, en algunos riesgos en vez de una cama caliente y el mismo dibujo en el techo. Si alguna vez los necesitaré buscar. En los volcanes. Pienso en la selva, en los ruidos rítmicos del aullido de los animales, en las ruinas de la historia, en el reflejo de lo injusto y en las letras mensuales que pagan la imposibilidad de esos vuelos. En si estoy, lo quiera o no, eligiendo.
Luego voy a mi casa. Y respiro dentro en silencio. Me siento tan bien -¿era esto?- que me pongo a llorar sin lágrimas involuntariamente y despacito, en silencio, mirando por la ventana redonda de lo que pronto será una cocina. Y apoyo la frente en el cristal y me cae polvo sobre el pecho. Lo miro respirar. Auguro todos los febreros que pueden echárseme encima entre las paredes y que, ahora, inmadura tal vez, excesiva, de la misma forma en que sigo leyendo con ansia el final de los cuentos, no puedo esperar ni un solo día más para empezar a saber cuándo me pasarán la factura de lo que no se paga a plazos.

4/2/08

"Here's looking at you, Kid" *

Dicen que esta frase la improvisó Bogart en el rodaje de Casablanca cuando brindan, Rick Blaine e Ilsa Lazlo, en Paris. Fue un guiño entre los dos actores ya que, entre escena y escena, Bogart enseñaba a Bergman a jugar al póker. Con ella termina Sueños de un seductor, -Play it Again, Sam-, con Woody Allen en el papel principal.
Hay historias. Y hay historias de amor que cada vez que uno las mira comprende un fragmento distinto. O lo deja de comprender. Hay historias que crecen con uno.
Vimos Casablanca en un escenario que casi mejora una copa en el Rick’s.
Más allá del famoso triángulo, allí todos: la desilusión de implicarse en la lucha ideológica, el juego solitario de ajedrez, el agua de Vichy derramada, los “sospechosos habituales” detenidos, el ex combatiente, el líder de la resistencia, el amor, una ciudad, una estación, la lluvia, la canción, los malos, la chica guapa, las grandes frases y ese gran personaje llamado Renault ...
Pero esta vez, por encima del avión que se ve despegar desde un aeropuerto, me sobrecogió Victor Lazlo. No sé si me creo el amor de Rick, tan duro él. No sé si me creo el amor de Ilsa, la trémula, dulce y fría. Pero ayer sí el de quién gana habiendo perdido. El de quien sabe e ignora y no hace las preguntas de las que no quiere conocer las respuestas. Cuando la toma del brazo y se la lleva, Lazlo me gana esta vez. O como dijo mi compañero de butaca, “a mí me gusta el listillo que se lleva a la rubia”.
A quién no entenderé a la próxima. Porque Casablanca no se termina.

* En la versión traducida al español “a tu salud, querida” ... pero qué forma de ...

1/2/08

de qué lado

Hijo de inmigrantes rusos
casado en Argentina con una pintora judía,
se casa por segunda vez con una princesa africana en México.

Música hindú contrabandeada por gitanos polacos
se vuelve un éxito en el interior de Bolivia.

Cebras africanas y canguros australianos en el zoológico de Londres.
Momias egipcias y artefactos incas en el museo de Nueva York.
Linternas japonesas y chicles americanos
en los bazares coreanos de San Pablo.

Imágenes de un volcán en Filipinas
salen en la red de televisión de Mozambique.

Jorge Drexler

Las coordenadas. Nosotros. Los demás. Los dolidos. La bronca provocada. Los que quieren hacerse daño a todo riesgo. Las páginas. La mesa. Lo parecido. El frío hostil y europeo. La chamarra. La cadera. La coleta. Los ojos. La noche. Empieza. El acento. La caja. Los días negros del ibex. La importancia. Los restos del amor sobre los platos. La precampaña. La mierda. La calle. Aparcar. La bolsa. El pijama. El olvido.

Al sur de las ciudades, 31 de enero de 2008

Espero en el kebap. Dos. Qué. Turcos. Trabajo en cine mudo y sin avance en la esquina de la calle. Veinte personas cenando y cierto aire de mesa sin manteles. Y una emisora latina salsea la cena. Empieza la noche en la 7 aún entre semana. El picante. Es Madrid. Es enero aún por unas horas. Las contracciones. Es otro año. Pero la piel es morena. Pero la sonrisa es otra. Lo que tiene en común un kebap con un taco al pastor de cualquier calle/avenida. Dónde. La inmigración. Las fronteras. El susto. La película. El mito. El hambre parpadea. La luz. Mis días de extranjera. Sin precipicio ni sed. Sin somier sí. La búsqueda de los rincones-casa. Mi sentirme de dónde. Mis tenues raíces. La llegada tarde de los mensajes de la noche. El hemisferio. La espalda era la misma. La tos era otra pero tampoco nos dejaba dormir. La humedad. Las latitudes del aire. Aquí el polvo, el frío, la epidemia, el disco duro. La fragilidad. El estado grave de los apaleados en las bocas de metro. La cuna. La buena suerte. El truco. El pan.

Y hoy lo inacabado tendrá la luz del día si cruzo el río camino de regreso.

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Agencia de prensa francesa: 4 days ago: Palestinian children play at sunset at the breached border between Egypt and the southern Gaza Strip in the divided town of Rafah