27/2/07

recuerdo


Ahora hace más frío que entonces, cuando viajamos hasta el sur y caminamos hasta donde no quedaba nadie, donde se escuchaban los sonidos de la selva. Hundimos nuestros pies en el río. Sentía el agua y la arena correr entre ellos. Y regresamos a casa. Y aún vi ponerse la constelación del guerrero muchas noches sobre nuestro jardín, bajo las palmeras. Era a finales de septiembre y en Madrid cuando de nuevo me reencontré con aquellas estrellas. Desde entonces, al igual que las pléyades huyen por el cielo nocturno de orión, esta constelación dirige la brújula loca de mis pasos, los que ya no se hunden en aquel río y pisan un acelerador de un coche para que el tiempo pase menos rápido.

25/2/07

LLueve en Madrid, han cancelado el atardecer

22/2/07


Ojeo los periódicos y el tiempo de las nubes. No pronuncio algún nombre por miedo a ver la herida. No digo las palabras que debiera decirle. Luego digo algo inútil, mágico, irreparable. Voy a la universidad tan de mañana que sigo deseando lo mismo que en la noche en el trayecto. Y me agarró al volante rescatando recuerdos de ayer, de hace tanto. Un fantasma me escupe su veneno en los ojos. El sol sale en la sierra. Nieva dentro. Él me lee hoy inquieto esto que te cuento, decidido y cobarde. Yo también me he escondido. Solamente los bordes de las sábanas conocen el secreto.

19/2/07

No apagar nuestra mirada nunca
prometimos
no someter la brújula.
Se ha ido haciendo tarde desde entonces.
Si te cuento mis sueños enmudeces
y te dan aun más miedo
que esa serpiente enorme que transporta
corazones de madrugada en tu ciudad.
Sintonizo la radio de la locura
esa emisora sólo suena en tu cabeza, me dices.
Qué poca libertad en tus palabras
qué sabe
quien no ha volado nunca más allá de las playas
quien no ha visto amanecer bajo dos lunas
quien no ha abierto los labios a una orquídea
quien no ha dormido a un niño asustado en sus brazos
quien a pesar de verlas no sabe
de qué huyen las estrellas.

18/2/07

domingo+formas de mirar las estrellas

Té dulce y verde. Comienzan a salir los cien tulipanes que planté a finales de verano. Entra el sol por la terraza, poniéndolo todo perdido de luz. Domingo atardeciendo. Ella pinta sirenas. Él se levanta y riega del latón las plantas. Yo escribo sobre un tapete traído de San Cristóbal.
Un instante tranquilo. Una tarde de invierno.



























































jueves 6 de diciembre de 2007
formas de mirar las estrellas


Y si el anhelo te lleva a navegar en mares tormentosos,
cuando las Pléyades huyan del poderoso Orión
y se hundan en las brumosas profundidades
y todos los borrascosos vientos rujan,
no sigas entonces con tu barco en el oscuro mar
sino, como te pido, recuerda trabajar en tierra..
Hesíodo


el astrofísico
o el Objeto Messier 45



Las Pléiades contiene más de 3.000 estrellas, está a unos 400 años luz de distancia y sólo se expande unos 13 años luz. El brillante cúmulo está rodeado por una nebulosa de reflexión azul. También pueden encontrarse en las Pléiades, enanas marrones débiles y de baja masa.




Esta imagen del cúmulo de las Pléiades me la ha pasado Julián, el físico.

aroa
o la búsqueda de Orión

La búsqueda, el diestro azar impreciso. Fue una vez y después se encadenó la casualidad a los ojos. Por detrás de las palmeras que había en nuestro jardín mexicano, de la tapia blanca, siempre la misma imagen, fantasmagórica, sobre el azul tan negro que cortaba el silbido del tren. María se acuerda. O fue quizás cuando lo hicimos canción. O cuando las estrellas aparecieron, y yo sonreí nerviosa, esperando la explicación que sólo el tiempo me daría más tarde. Una, dos, tres en un instante de piel, ahí están y yo las tocaba, las recorría. O cuando por encima de un hombro en Madrid. Más allá de las acacias, se me ocurrió levantar los labios y entre las hojas aparecía de nuevo, con su brazo en alto y su túnica nocturna. Y en la playa, justo sobre él. El trapecio, la diagonal, el mito. El guerrero se deja ver a veces. Hasta un año entero ha llegado a desaparecer. Pero, cuando lo hace, algo tiembla y la tierra que está más al sur de mí misma, se tambalea y se abre telúrica.

el mito
o la huida de las Πλειας

En griego Πλειας Pleias, ‘muchas’; Πλειάδες Pleiades, ‘hijas de Pléyone’; o Πελειαδες Peleiades, ‘hijas de palomas’.

Eran las siete hijas del titán Atlas y la ninfa marina Pléyone. Junto con las siete Híades eran llamadas Atlántidas, Dodónidas o Nisíadas, niñeras y maestras del infante Dionisio. Las Pléyades eran ninfas en el cortejo de Artemisa.

Existe cierto debate sobre el origen del nombre 'Pléyades'. Se aceptó que venía del nombre de su madre, Pléyone. Sin embargo, es más probable que provenga de πλεϊν, ‘navegar’, pues el grupo de estrellas de mismo nombre es visible de noche en el Mediterráneo durante el verano, de mediados de mayo hasta principios de noviembre, lo que coincidía con la temporada de navegación en la antigüedad.

Las Pléyades debieron haber tenido considerables encantos, pues varios de los más importantes dioses (Zeus, Poseidón, Ares) mantuvieron relaciones con las siete hermanas celestiales, relaciones de las que nacieron varios hijos: Maya, la mayor, fue madre de Hermes con Zeus. Celeno fue madre de Lico con Poseidón. Alcíone fue madre de Hirieo con Lico. Electra fue madre de Dárdano e Iasón con Zeus. Estérope fue madre de Enómao con Ares. Taígete fue madre de Lacedemón también con Zeus.

Mérope fue la única de las Pléyades que no mantuvo relaciones con los dioses.
En el cúmulo sólo seis de las estrellas brillan intensamente. La séptima, Mérope, lo hace débilmente porque está eternamente avergonzada de haber mantenido relaciones con un mortal.

Tras ser Atlas obligado a cargar sobre sus hombros con el mundo, Orión persiguió durante cinco años a las Pléyades y Zeus terminó por transformarlas primero en palomas y luego en estrellas para consolar a su padre. Se dice que la constelación de Orión sigue persiguiéndolas por el cielo nocturno enamorado de Mérope.

En otra versión cuenta la mitología que Enopión, movido por los celos, le sacó los ojos a Orión en castigo para que jamás volviera a ver a Mérope. Así transcurrió su vida, hasta que un día pisó un escorpión sin darse cuenta, que le picó y murió envenenado. Los dioses se apiadaron de él y lo colocaron en los cielos junto a sus dos perros de caza y una liebre. Se dice que por eso persigue a Mérope y las Pléyades y huye de Escorpión, al otro lado del cielo. También se cuenta del guerrero que ataca a Tauro de las bestias que invadieron Quíos.