17/10/12


Al llegar a mi casa he mirado muy de cerca el altarcito de muertos que hay en la estantería de los libros. Como si en vez de catrinas de papel maché, dentro, tuviera peces. Frida semisonríe detrás de diminutas filigranas. Sonríe pero no respira. He pensado en hacerme mi propio altar. Para que la que soy ahora pueda hacer su ofrenda a la que yo era. 



2/10/12

Si alguna vez fueras ciudad


 Una de las cartas más hermosas que he leído:
Cualquier aeropuerto me sigue recordando un aeropuerto lejano, al que fui a esperarte aun sabiendo que no vendrías.
Cualquier calle decrépita en cualquier lugar del mundo siempre me parece una calle de Lisboa, la ciudad que tú serías si alguna vez fueras ciudad.

Como también serías África si fueras continente, y ciertos cielos altos y transparentes si fueses cielo, y la raya perfecta que separa los océanos en El Cabo, y la melodía de los ciegos con túnicas blancas en Manika Street. Y serías los golpes de mar embravecido sobre un ventanal en Simon’s Town, y las viñas de Constanza, y el vino suave que le gustaba a Napoleón, y un pequeño hotel con bañera antigua y teléfono, también antiguo, desde el que hablaba contigo.
Y serías la ciudad oliendo a jacarandas –continuó Julia, mientras seguían allí paradas-, y una balaustrada de piedra frente al mar, y las flores de los sellos de Sao Tomé, y los libros de Fowles. Y las cartas que mandabas y recibías, y las palabras que había en esas cartas, y la silueta lejana que se adivinaba en ellas. Serías todo lo que fueron aquellos años y los años que siguieron, como si, extrañamente fieles el uno al otro, en realidad no hubieras faltado en el aeropuerto en que te esperé, ni en las calles decrépitas por las que me hubiera gustado pasear contigo de la mano. Ni en aquel hotel.
Como si no hubieras dejado de ver los cielos que yo vi, ni los paisajes que ahora como un sueño, ni de leer los libros en los que vagamente te buscaba. Como si esto de hoy hubiera sido lo de siempre, y tus recuerdos mis recuerdos, y esta carta no una carta de nostalgia radiante aunque inservible, sino un simple y feliz recuento de nuestra vida. 


Carta que aparece fragmentada en el relato Si alguna vez fueras ciudad, de Berta Vías Mahou, en su libro Ladera norte.
Acantilado, 2001