No sé cuántos soplidos le quedan a mi abuela. Ayer quise raptarla, llevármela a New York, que sepa que otros mundos más allá del zapato, brillante madrugada en el pasillo.
Yo no sé de las manos ni de cómo le escuecen las puntas de los dedos en el agua.
Yo no sé que se parte cuando anda.
Ni qué tenían las fresas flotantes en el cuenco aquellos mediodías, peine frío inexperto en mi cabeza blanca. Recuerdo la banqueta, donde miraba al techo y respiraba. Sus pequeñas sonrisas, diciéndonos adiós en los domingos, mientras gritan los goles en la radio, desde aquella terraza. Mi padre encajó la cabeza en los barrotes verdes y ella fue a buscarle a una guerra de dreas. El pequeño disgusto de la madre.
Yo no sé lo que piensa por dentro. De mujer a su nieta. No sé qué se le ocurre cuando llora en silencio. Cuando roba el teléfono y me llama. Quién seré yo para ella. Si le faltan abrazos o viajes o sólo una palabra. En mi casa el cajón de las fotos se nos quema sin verlas. Yo pensé que era muda. Hasta los límites. Cuando un hacha, un cuchillo blandito pero duele, se le hundió entre la ropa.
No nos sabemos nada. Pero enciende una vela y me busca trabajo con un salmo. Y yo que soy pequeña, me agacho al abrazarla. Y nos falta un viaje a Salamanca. Visitar a los viejos
amigos,
a su hermana,
para verse deshechos y contarse la rabia.
Yo no sé qué le escuece a mi abuela cuando llora. Y lo lamento.
En estos paseos yo aprendí a montar en bici, y aunque esta no es su casa, aquí ensaya ella sus pisadas ahora.
10 comentarios:
Y a medida que pasan los años, ese tiempo se ve más cercano, y la canción de Serrat se hace más presente que nunca, aquello de que todos llevamos un viejo encima...
Cuando sea abuela quiero tener una nieta como tú.
No sabes pero ella sí sabe.
Ahora que aún puedes gozar de su compañía, ve con ella a todas partes. Hazla feliz. Hazte.
Eso es lo primero que te va a doler cuando falte. (Lo que no hiciste. Lo que no hablaste)
Pero tienes tiempo. Todavía.
Ve, corre, llévatela.
No importa qué le escueza, sólo que le ayudas a que sea menos. Somos de natural desagradecidos, tendemos a olvidar pronto y pensar que todo lo que hicieron por nosotros es normal porque lo merecemos todo. Hace dos años que yo perdí a mi abuela y no imaginas cuánto la echo de menos, cómo se me llenan los ojos de lágrimas cuando la recuerdo tan pequeña, ella que había medido 1'80, tan llena de pena.
Como dice Mega, "lo que no hiciste, lo que no hablaste", eso es lo que duele.
supongo que sí, que queda tiempo
pero ha sido un darse cuenta tarde las dos..
yn aún así uno espera cualquier sacudida para reaccionar...
gracias brujaroja por lo de la nieta... jijiji!
por qué se encogerán los huesos tanto... como se se fueran harinando y de arrastrar los pies saliera el surquito de lo que vamos dejando de ser,...
Sería feliz tu abuela si leyera tus palabras
Pues qué va a pensar, a poco que la vista no le falle, pensará que eres un angelote rubio.
Y no diré nada de la coincidencia temática del día que subiste esto, fiu fu fi fu fiu fu fu (silbo, inocente).
Uf, qué hermoso. Y cómo duele. Está escrito a sangre y a jazmín, como suele ser tu combustible. Deja nudillos en la garganta. Gracias por hacerme pensar a mí también qué le escuece a tu abuela.
Un abrazo gigante
Un hermoso escrito, un bello recuerdo. Tiene razón Cecilia: tu abuela estaría encantada de leerte
Ay, las abuelas. Y las madres. Esas grandes mujeres desconocidas. Cuando estaba esperando a Nicolás, con 8 meses o así, le dije al papá que me hiciera una foto con el libro que estaba leyendo. "El cielo protector". No sé dónde estál afoto, pero está, y así cuando Nico, o sus hij@s, o Alicia o sus hij@s, la vean pensarán en mi con otra perspectiva, mamá leyendo-a-paul-bowles, mamá-tal-vez-querría-salir-corriendo-y perderse-en-un-país-árabe. ¿Mamá desconcertante?¿mamá-mujer?
Empieza reconstruyendo el puzzle de tu abuela, seguro que hay muchos rastros.
un abrazo.
¡MARAVILLOSO!
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