A las cinco de la tarde continuaba el verano. Cuando la digestión terminaba y la puerta se abría y la casa recuperaba su luz y su ruido normal, yo recogía mi toalla, un cuento y un muñeco y me iba a la piscina. Y entonces volteretas y buceo y mi cuerpo reflejado flotando sobre el gresite azul y yo superhéroe que volaba. Aquella imaginación sin límite. Y la piscina y los gritos en medio de aquel polígono industrial frontera entre Getafe y Leganés (¿verdad?) era un oasis. Y los 25 metros bajo el agua y el abuelo en la orilla – haz el pino, currita – y yo desaparecía, bajo su asombro vestido de camisa y pantalón corto y piel blanca de abuelo de Madrid. Pequeño pez de pelo cada vez más blanco y piel cada día más morena y resbaladiza,
pequeña-yo-pez-aroa-niña en bañador de lunares nuevo.
Y luego estallaba la noche y la ducha y el refresco. Y la Luna y el escondite y los primos y los que no lo eran pero como si lo son. Y dónde estamos escondidos todos ahora.
Son las cinco de la tarde y la puerta se abre y no salgo al verano sino entro en el frío acondicionado del periódico. Pero no importa. Mi cuerpo no aguanta tantas horas de agua y movimiento. Y si aquella yo se hubiera mirado, habría abierto la boca por haber dado esquinazo a tantas cosas, y se preguntaría dónde están aquellos que corrían tramposos a decir – por mí – pero sonreiría contenta de verme con ganas de seguir saltando al agua, otra vez.
11 comentarios:
Cambian las cosas, las circunstancias externas, pero queda algo del pez niña en el frío del verano actual
Seguro que la niña pez de la piscina miraría con los ojos muy abiertos a la mujer que entra en el periódico. Y te guiñaría un ojo, porque seguro que estás consiguiendo, aunque no te lo parezca, cumplir muchos de sus sueños.
sólo que entonces... yo sólo em atrevía, y me parecía muy lejano a imaginarme con 14 años... y ahora que casi lo doblo...
No se disfruta de las cosas como cuando se es niña... no, definitivamente no...
Salvo que podamos mantener viva a esa niña, eso, ayuda...
Y Aroa, mi gemela, aparece otra vez, relatando veranos que también yo viví. Mi madre, de pequeña (bueno y ahora también), me llamaba "currita". Los bañadores de lunares eran mis preferidos. Yo también era pez, salía y entraba en el agua, era lo que más me gustaba: tirarme una y otra vez, de pie, de cabeza.
Ahora también he crecido. Y nado, nado mucho, nado fuerte, para seguir sintiendo el agua, para seguir sintiéndome, para seguir sintiendo los veranos.
Mi verano era un silencio largo en una colonia que ahora forma parte de la ciudad, pero entonces se tardaba más de una hora en tranvía bajar hasta la ciudad y la playa. Así que bajábamos de uvas a peras. Veranos de secano.
Y los primos, claro. Y los que no lo eran, pero como bien dices era como si.
El verano era el tiempo largo por el que aprendí a medir lo que me gusta y lo que no.
¡Qué bien contado!
Tus veranos, nuestros veranos, ¡¡LOS VERANOS!!...
"y yo desaparecía, bajo su asombro vestido de camisa y pantalón corto y piel blanca de abuelo de Madrid".
Genial, genial.
Para mí sigues siendo pez, porque sigues siendo niña. Por eso escribes tan bien.
conde, rebienvenido! no leerás aquí pero espero verte pronto
niñaroa
Y dando volteretas. Que seguro que las das.
;-)
¿no había una serie que se llamaba "cómo duele crecer"? ... si no, que ahora que lo pienso va a ser que no, pues eso, que duele crecer, y no solo en los huesos de las rodillas.
volteretas!!!
soy una pesada pi con lo de crecer... pero es que de pronto: hipoteca, compra, plumero, lalala, y encontrar tiempo para dormir!!! no quiero imaginarme tener que transcribir las genialidades de un pequeño despierto al lado... (jiji)
besos
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