El vapor de la cebolla caramelizándose en el fondo del vaso.
Respiro un azúcar gaseoso que emborracha.
Las pasas, su dulce densidad, las nueces.
Abrir la carne, untar el queso.
Las manzanas se inflaman sobre la bandeja.
Pintan de morado las ciruelas el plato.
Todo es olor y tacto.
El vino se deshace por el aire.
Cierro los ojos y huele a fiestas que no conozco.
Es la carne suave de las aves.
Se confunde el polvo de los frutos secos con la madera.
Tengo ganas de hierbabuena, de licor blanco.
De gargantas ardiendo.
El día es gris. Pero no importa.
Toda la casa es como un vientre que duerme.
Conduje desde temprano hasta las primeras calles.
Mi hermana se despidió con un beso.
No intuyo a qué olerán las casas del futuro.
La ventana recorta la cuenta atrás de este invierno.
Pero estamos a salvo de sus garras bajo las sábanas.
Fuera quedan la lluvia y la política.
Y tú en alguna calle.
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8 comentarios:
¡Para comerte!!!
Feliz garganta al licor.
Pues sí, hay que joderse, qué hambre, así de repente.
En fin. Parto raudo hacia la cena materna porque si no soy capaz de ingresar en el reino de los psicópatas por la puerta caníbal.
Y las calles, hoy, gloriosas, que las he estado vigilando.
(Qué vigilante estoy yo, últimamente)
MMMMMMM, TAL VES SI RESPIRO PROFUNDO PUEDA LLEGARME EL OLOR...
O YA ME LLEGÓ
(NO ME DEJA.. ESPERO NO SALIR 1000 VECES con lo mismo)
tiene buena pinta... en mi casa las cenas de navidad son así, huelen de forma parecida. el año que acaba... los recuerdos se amontonan.
en realidad, aunque esto nos lo comimos ayer entre 3... yo sigo con ganas de gargantas dormidas
y sabor agridulce..
Recuérdame que te de mi tarjeta: Tengo garganta dormida, tengo una pierna dormida, tengo los ojos dormidos, tengo los dedos dormidos (todos menos dos), tengo el estómago dormido, tengo el ombligo dormido, tengo la nariz dormida, y el cerebro hace un rato que ha bajado la persiana y no hace ruido, yo creo que está durmiendo también.
¡Se vende al peso, oiga!
Vas haciendo una historia pequeña, pero tan importante para muchos, que vamos creciendo, en número y en conocimiento, con tus poemas. Quizá un día des el salto para casi todos.
Es la historia de una cadena de textos llenos de las pequeñas anécdotas de la vida, tu vida, puesta en mantel de hilo blanco para todos. A veces las entendemos, a veces no. Pero no importa, porque siempre hay unos versos universales, de esos que uno se apunta y se apropia aunque no sepa quién es quien los ha escrito.
«Y tú en alguna calle» ya se me clavó para siempre.
(Ah, de la cena, en cuanto echaste el queso me quedé fuera preguntándote dónde tienes una sartén y aceite para freir un par de huevos. Sin que importe nada, porque como muy poco y muy pocas cosas: mi peor y más grave defecto, el que me causa más problemas).
buen provecho a todos!
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