Ayer escuchamos un ruido en la casa. Una especie de chillido agudo. Mis padres nunca abrieron mi boca y me dieron de comer el miedo, pero siempre hay algún otro voraz con los niños. La fábrica de fundiciones es la casa de las brujas, decía mi tío. Y yo me asomaba por la ventanilla del coche en Villaverde, me estiraba hasta ver en segundos el fuego escapándose por sus paredes. Y esas garras de hierro moviendo los metales de una caldera a la otra. Aquel humo negro que llegaba hasta nuestras calles en verano, aquel perfil de chimeneas de hormigón y altos hornos. Un escenario terrible. La imaginación puede tomar caminos peligrosos.
Yo no he sido cobarde, pero si he metido mi cabeza debajo de las almohadas de cuando en noche para no escuchar. No ver. No tocar.
Ayer grité. Fue el cansancio. El fin de semana sumó un total de seis horas de sueño tal vez. El cerebro pasando del off al on constantemente. Los sobresaltos. El sofá me rindió, la televisión encendida, la casa apagada. Todos duermen. Me arrastro a la cocina a por un vaso de agua. Apago el ordenador, la luz de la lamparita del cuarto de estar. Camino a tientas por la casa en mi memoria. Con los ojos abiertos. Y de pronto, de la oscuridad se forma una persona. Las dos en el quicio de la misma puerta. Primero pienso, milésimas de segundo, quién es esta mujer que está en frente de mí. Luego, la mente se desborda. No es real. Cierro los ojos. Los abro y busco el interruptor por la pared con una mano desesperada y hundiéndome en mí misma, desapareciendo de mi propio cuerpo.
No hay nadie. Pero se me ha escapado el grito, la respiración de golpe. El espasmo.
Subo las escaleras alumbrándome con el teléfono. Me desnudo y ni busco el pijama. Me meto en la cama.
No recuerdo más. Dormí. Casi hasta ahora. Cuando la casa huele a café humeando y a tostadas. Donde el quicio de aquella oscura puerta es la cocina llena de luz y las tertulias políticas discuten los asuntos de la campaña.
Me gusta buscar entre las cenizas. A pesar del encuentro. Y allí, debajo del polvo, sigue la vida que pasó. Lo que hiciste. Frases sueltas buscando un temblor. Futuros improbables. Pasados rotos. Y me entra un miedo real y humano. Capítulos que nadie lee. No me pueden decir que no existen. Creo que por mi bien, ni deban. Hay fantasmas que sé dónde viven, conozco su nombre y, en mi búsqueda, he podido hasta conocer su mirada.
18/2/08
fantasmas
Antigua Fábrica de Manufacturas Metálicas Madrileñas
o casa de las brujas
En Villaverde, Madrid
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11 comentarios:
Un relato extraordinario. Enhorabuena.
"Mis padres nunca abrieron mi boca y me dieron de comer el miedo".
A mí tampoco, pero siempre fui un miedoso. Miedoso, suena raro.
"No recuerdo más. Dormí. Casi hasta ahora. Cuando la casa huele a café humeando y a tostadas. Donde el quicio de aquella oscura puerta es la cocina llena de luz y las tertulias políticas discuten los asuntos de la campaña."
Genial. Aplausos.
¡hola 2!
medio sonrojadilla os lanzo un beso
AROA:
NO LO PUEDES NEGAR,
SE TE QUEDÓ LA VENITA LOCA MEXICANA
Qué bueno, Aroa. Me ha enganchado mucho, mucho. Me has dejado con ganas de más.
Estos fantasmas sin cara y sin cuerpo que quizás duermen con nosotros y a veces se despiertan y deambulan y se hacen visibles en la invisible luz de nuestros cansancios.
El ojo humano es imperfecto, de hecho tiene incluso un punto ciego porque al artista que nos hizo la puesta a punto, se le ocurrió poner el manojito de nervios que llevan la imagen al cerebro, en un lateral, en lugar de atrás como en la mayoría de los animales. Pero los animales no pueden ver fantasmas y nosotros sí. Al menos los propios.
Hace ya varios años que no paso por Villaverde, pero si no estoy confundido (y puede ser que sí, porque a estas alturas esos terrenos deberían estar llenos de nuevos pisos) me parece recordar que, desde el autobus que me llevaba a Alcatel, veía una fundición muy parecida a la fabrica de la foto. Si, parecía algo fantasmal.
A mi, supongo que como a la mayoría, también me da miedo lo que no parece razonable, pero con el tiempo y con ayuda de los medios de comunicación, nos vamos acostumbrando a toda clase de hechos irracionales generados por el hombre (las más de las veces incluso en nombre de la razón), con lo cual, desgraciadamente ya no me asusto de casi nada.
Un beso.
Pues sigue igual la fábrica. Cambió de nombre. Espero que ya no eche ese humo tan denso, pero allí está. Desde la ventana, Madrid estaba detrás siempre de esas chimeneas, de ese perfil.
cuánto paisaje común, por cierto, entre estas casas de la red...
Lo que me da miedo es la cabeza. He visto cómo otros cercanos decían ver cosas que no eran reales, que no existían. Y no era algo sobrenatural. Es el cerebro cuando se intoxica de su propia química. Eso me asusta.
El cansancio. El mantener un pie en el sueño y el otro en la vigilia, también hace propensos los escenarios a las paranoias.
Cuánto tiempo sin pasearte jar. Muy bueno. Lo pasearé, que me ha gustado!!!
besos, nos vemos muy pronto que ya tardamos Aru
No te preocupes Aroa, leyendo lo de la nueva casa y demás, sospecho que se trata de síntomas circunstanciales. Y respecto a esos casos cercanos, si estás pensando en algún antecedente, no debes preocuparte y mucho menos obsesionarte; no va a pasar.
Vamos, relájate... Respira hondo... Así. Bien, ahora ve soltando el aire poco a poco... ¿Ya? ... Bueno, ¡otra vez!... Vale, estupendo... ¿Mejor ahora?
:-)
Un beso
ya!!!
on
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