"No era miedo. Pero se parecía tanto al miedo; tenía
relámpagos de lucidez y golpes de corazón como los de la oscuridad, angustias
iguales a las de las horas en las que Mamá debería estar en casa y no había
vuelto aún, pero era también distinto; independiente, miedo de sentirse mayor
que la dejaba un poco seria porque ahí había formas, olores, densidades nunca
probados. No la habría asustado que la abandonaran sola en mitad de la calle y
sin embargo sí la asustó aquella noche sentir el peso de su edad".
Andrés Barba
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