Ella venía del otro lado del río. De los cables de la luz inadecuados, del ladrillo naranja y las ventanas que tiemblan al paso del autobús rojo, el 6, el 60, números de la infancia en la boca de la abuela. Venía del olor a tierra escueta que ofrece una maceta de barro. Sabe que es de ahí porque inevitablemente recuerda el rombo de las aceras de lo que fue periferia cuando las camina. Segunda generación de emigrantes castellanos y extremeños a la capital, ningún exotismo raro, frente marchita y dolor en el alma callada sobre la miga de pan en el mantel viejo. Gota de vino de cartón gaseoso. Reconoce la humedad que desprende la fruta en las tiendas viejas, ese olor a madurez dulzona y oscuridad.
Lo sabe porque, a veces, cuando va a visitarle a él a su casa y el calor traspasa el muro blando y la calle está ahí asomada a su dintel, ahí donde ahora llegan los de fuera otra vez, piensa que podría ser el mismo barrio al que hace más de 50 años emigraron otros, y vivían 10 en una casa de 50 metros cuadrados y había sopa para todos, donde las calles fueron de arena y los niños jugaban al balón, a las chapas, a los bonis, a las tabas con los huesos de las patas de algún animal comido.
14 comentarios:
La infancia. Esos días que llevamos dentro y que nos saltan con un mosaico, un pomo, un leve olorcillo, un musgo sobre las piedras.
Muy bonito, Aroa
Los lugares que están al otro lado del río suelen ser sitios chulos... a veces son hasta el centro, y todo ;)
Besos mona.
uuuh, me acordé de tí al esribirlo, periférica
gracias virgi por pasar, desde donde estés
besos
pero como sabes eso....tu no lo has vivido. Pero es real.
besos
MA
porque pego la oreja a todo lo que vibra... je
...Bueno, es curioso, yo nací en Madrid de padres andaluces, y ellos siempre querían volver hasta que lo hicieron y nos llevaron a mi hermana y a mí con ellos...
...Sevilla era para nosotros una suerte de tierra prometida que olía a verano, a una casa surrealista, a un vivero de plantas y a la Venta la Primera, al telesur de Paco Lobatón, a mi abuela pelando habichuelas, al perro, los gatos, el pan de bollo, la olla con el puchero...
...Pero siempre volvíamos a Madrid, y mis padres no dejaban de quitarse de las pupilas esa nostalgia, ese querer estar cerca de aquella familia-tribu...
...No sé si lo has vivido, Aroa, pero es precioso y no cuenta haberlo vivido para escribirlo...
...Abrazo...
En mi caso, que no sé por qué la Sra. Ma dice que no lo he vivido, nunca se regresó al origen, se quedaron aquí, en Madrid, solo alguna vez de escasa visita.
No he jugado a las tabas ni a los bonis, pero sí a las chapas y he jugueteado con el agua de las acequias de la plazoleta de mi abuela en Usera...
Ahora, esos barrios, siguen llenos de emigrantes, más lejanos, pero emigrantes, que nadie se lleve las manos a la cabeza cuando comen 20 de una mesa. Que miren para atrás.
Besos
Casi me siento culpable por despertarte reminiscencias al paso inmisericorde de los tremendos autobuses tembladores que, sé de buena fuente, tales sustos te pegan en la madrugada.
Qué pena que el climalit y el doble acristalamiento, según por qué zonas, no se estilen.
O qué no-pena, si por culpa de tales soponcios luego se te puede leer reminisceante.
De todas formas, al 500 deberían ponerle silenciador...
Y al tipo de los cánticos nocturnos sobre Cataluña y la pérdida de sus zapatillas también.
Te pillé con los rulos y la bata puesta. ¡Estás fenomenal!
Tu memoria es tan tierna. Lo seguirá siendo cuando seas una viejecita y vivas... ¿dónde vivirán los viejecitos cuando tú lo seas?
Además, nadie como tú para colocar en su puesto de seres humanos iguales unos a otros a aquellos que la vida considera prescindibles.
Periferias y centros: es la misma ciudad, más incómoda para los primeros, pero no menos vivos y menos que los otros.
Gracias!
:)
¿periférica? ná! zona centro, zona centro es lo mio!
¡Ha vuelto mi cronista madrileña!
;-P
Deberías ir guardando entre algodones todas esas crónicas del tiempo ido (revuelto y recién vuelto).
tierno
Así dan ganas de volver atrás. Aunque sea por un ratito.
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