En días como estos uno debería conducir, al menos conducir, hasta el aeropuerto. El sol ya se habrá puesto cuando llegues. Habrá mucha gente arrastrando maletas. Estarán adecuadamente vestidos. Cómodos, abrigados y el pelo limpio. Confía en tí, recordarás. El contrato aeroportuario permite sonreír a los desconocidos. Te sentarás en la cafetería, beberás muy despacio, anotarás impresiones de los viajeros. Esperas nerviosas de los que se van. Distinguirás a los que aguardan una llegada ansiada. Es bueno el aeropuerto porque algo, como pólvora reventando dentro de uno, te hará recordar que, alguna vez, también te fuiste. Cómo la lluvia corrió por la falsa ventanilla doble. Y una lágrima a la vez. Cómo sobrevolaste la ciudad y es entonces, solamente, cuando uno sabe lo que realmente es importante, que las cosas que a uno le duele abandonar son muy pocas. Que el dolor de las pérdidas y lo que no podemos desatar para empezar de nuevo, nos cabe en una sola de nuestras manos.
6 comentarios:
Seguro. ¡Y menos mal que es así!
Felices fiestas, Aroa.
Por eso esas poquitas son tan duras de perder...
Un beso Aroa!
si, son duras de dejar, lo que pasa que, precisamente esas, son las que nos esperan a través de todos los años que pasen y los kilómetros que nos echemos encima
un beso
felices días a todos
cuántos kilómetros han pasado desde que nos conocimos???
lo que se deja pero también lo que nos llevamos de vuelta jarecilla...
un beso
Cuando conocí a L, tenía clavado en la pared un dibujo con este texto: "A las penas hay que matarlas cuando son chiquitas".
Si no lo hicimos entonces, pues somos nosotros los que tenemos que hacernos grandotes grandotes.
¡FELIZ NAVIDAD, Aroa!
Las despedidas son el prólogo de otras bienvenidas que vendrán.
besos navideños
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