Para Belén B., que me escribe para que escriba
y porque me crucé con Miss Bennet
en el aeropuerto y me acordé de ella.
Otra vez el mar. Pero distinto. Como garfios escupidos por el volcán, la isla mete sus garras negras dentro del Atlántico. Ruge y araña la roca. Se agradece la ausencia de bañistas. Solamente el ruido de algún avión despegando precipitado rompe la tranquilidad de nuestra casa. El Fotógrafo ha tomado en un día 250 instantáneas y desespera, pues el color aquí ya es oscuro, ya tiene el efecto contrastado de sus manos cuando procesa las imágenes.
Ayer cenamos junto a la playa. Se escuchaban las canciones mediocres de una discoteca vacía. Le pregunto que por qué nosotros nunca hablamos de nuestras estrellas, como hace una reciente pareja de amigos. Entonces comienza una conferencia, al calor de un vino palmero, cuya resolución, media hora después y mientras despieza un jugoso solomillo y las apunta, a veces, con el cuchillo, es que nosotros estamos hechos (en este orden, recalca) de hidrógeno, oxígeno, carbono y nitrógeno, como los astros que, desde aquí, parece que brillen casi tanto como hace un año en Tulum. Las estrellas nos maravillan porque están hechas del mismo material que nosotros. Así que supongo que prefiere mirarme a mí y darme la mano y poner esa cara que pone. A mí me da la risa porque El Fotógrafo se pone imposible cuando le hablo de cosas “científicas”, aunque esta vez, no fuera por ahí mi apunte.
Vengo de unos días de nostalgias idiotas por el paso del tiempo, la llamada de ayer de mi madre me tensó aún más. Que disfrute, me dice. Que aproveche. Que ahora no tengo problemas. En seguida me viene a la cabeza el monólogo que le hice a mi hermana en el tren de Algeciras a Madrid: la Erasmus es un gran año, no pierdas el tiempo, conoce gente, nunca más vivirás con tanta tranquilidad del aire. Así que supongo que todo es cuestión de perspectiva. Y de tiempo.
Una pareja se abraza, lo estoy viendo mientras escribo en la terraza y muere la tarde, sobre una roca en un promontorio. Él canturrea en la ducha una canción popular cuya letra se inventa. Tomamos un ron miel. Nos quitamos de la piel la sal y el sol. Y preparamos la cena.
(Y después veremos Machuca, punto para La Muchacha)
Benahoare es el nombre original de la isla de La Palma antes de que llegaran los castellanos a unirla a su fastuosa corona. Aquí estuvo el pirata Pata Palo.
Para muestra un botón, La Palma me recuerda al país que este verano extraño.
7 comentarios:
Un post precioso. Como de costumbre.
Cuestión de perspectiva, sí. Y hay que adoptar siempre la buena. Siempre.
Que sigáis disfrutando mucho, queridos.
Disfruta.
Es bella esa isla.
Y cuando puedas véte a La Gomera. O al Hierro (¿o ya las conoces?)
Y si vienes por aquí me avisas, te llevo de paseo.
Ay, los castellanos, los castellanos, siempre tan malos malísimos en este mundo mundial. ¿Quienes serán?
hemos vuelto
una semana y despego yo de nuevo
la Palma igual dio para algo máaaaaaaaaas narrable pero el viento tiraba internet todo el tiempo
veremos...
virgo, no vimos Hierro ni Gomera... para la próxima
¡Qué bien salgo!
(Bien de nítido, digo, por lo pedante, ahí venga astrofísica y elementos químicos p'arriba y p'abajo, y de tierno en tus ojos, u oídos, por eso de inventar canciones en la ducha. Pero es que nunca consigo aprender más de dos líneas de canción, sea la que sea).
sarajevo
sarajevo
allí la nostalgia
besos!!!
(yo me voy al Cabo mañana)
La nostalgia es admisible, el abuso de sensatez paraliza.
Da gusto ver que os hacéis mayores mientras yo me hago pequeño.
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