Capítulo 1
Lo que una parada cardíaca tarda en correr cien
metros, cuánto pesa una vida de araña, por qué
mi tristón escribe al río cruel, y las mañas de
mago que se da el camarada jefe de lo inacabado
El abuelo Slavko me medía la cabeza con la cuerda de tender de la abuela, me estaba haciendo un sombrero de mago, un sombrero picudo de cartulina, y me dijo: en realidad, yo todavía soy demasiado joven para estas tonterías y tú, demasiado viejo.
Me estaba haciendo un sombrero de mago con estrellas amarillas y azules que arrastraban colas en azul y amarillo, mientras yo tijereteaba una hoz de luna y dos cohetes triangulares, uno tripulado por Gagarin, otro por el abuelo Slavko.
Abuelo, ¡con ese sombrero no iré a ninguna parte!
¡Eso espero!
En la mañana del día en cuya noche murió, el abuelo Slavko me talló una varita mágica a partir de una rama y dijo: en el sombrero y en la varita se esconde un poder mágico; si llevas el sombrero y agitas la varita, serás el mago de atributos más poderoso de los países no alineados. Podrás revolucionar muchas cosas, siempre y cuando lo hagas conforme a las ideas de Tito y en consonancia con los estatutos de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia.
Yo dudaba de la magia, pero no dudaba de mi abuelo. El don más precioso es el de la invención; la mayor riqueza, la de la fantasía. Recuérdalo, Aleksandar, dijo el abuelo seriamente cuando me puso el sombrero, recuérdalo siempre e imagínate este mundo más bello. Y me entregó la varita. Yo ya no dudaba de nada.
Acostumbra la gente a ponerse triste de vez en cuando a causa de los muertos. En nuestra familia esto sucede cuando se juntan el domingo, la lluvia, el café y la abuela Katarina. Entonces la abuela bebe a sorbitos de su taza favorita, la blanca con el asa agrietada, llora y recuerda a todos los muertos y las buenas cosas que hicieron antes de que la muerte se cruzara en su camino. Hoy la familia y los amigos han venido a casa de la abuela porque estamos recordando al abuelo Slavko, muerto desde hace dos días con carácter provisional y hasta que yo encuentre mi varita mágica y mi sombrero.
Los familiares que aún no han muerto son mamá, papá y los hermanos de éste: el tío Bora y el tío Miki. La abuela Fatima, madre de mi madre, se conserva bien, sólo se le han muerto el oído y la lengua, porque está sorda como un cañón y muda como la nieve que cae. Al menos eso dicen. La que tampoco ha muerto es la tía Gordana, esposa del tío Bora y mujer en estado de buena esperanza. A la tía Gordana, una isla rubia en el negro océano capilar de nuestra familia, todos la llaman Tifón, porque vive con una vivacidad cuatro veces mayor que las personas normales, anda ocho veces más rápido y habla catorce veces más aceleradamente. Incluso la distancia entre la taza del váter y el lavabo la cubre con un esprint, y en la caja del almacén hace la cuenta antes de que la cajera toque la primera tecla.
3 comentarios:
¿Cómo que os vais a Salmorejo? Esto es el no parar. Y tenemos una cita pendiente.
Me ha gustado bastantemucho el libro.
Nanooo. Tenemos una botellita para contigo traida de La Palma. A Sarajevo me voy con la del vestido a rayas, te dejo un rodríguez cerquita. Nos debemos el paseo librero.
Un abrazo.
¡Qué bonito trozo! hay algo que me recuerda a una novela preciosa, pero muy triste, que ahora no recuerdo el autor, también de esa zona "El nadador"...
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