Fue en el año nueve, después del último fin del mundo, cuando prohibieron los besos en la ciudad brava.
El cielo se convirtió en un recorte azul lejano.
Perdieron la boca los humanos.
Pero tampoco entonces dejaron de anotar los días.
Al despertar del letargo ya nadie se acordaba de la crisis económica.
5 comentarios:
Gracias por ser nuestra profeta! En ese caso, mil veces prefiero los besos peligrosos
id y besad
Besdad, besad, que el mundo se acaba.
¡Qué apocalipsis más tremendo!
Besos (unos cuantos)
...Cuánta razón tienes, querida Aroa...
...Basta esa inmediatez para que la amnesia sea nuestra mejor aliada...
...Besos, aprovechando que aún tenemos boca y baba...
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