4/5/09

el océano desde la montaña y viceversa

Hace unas semanas, un amigo nos habló de San José del Pacífico. Tanto se emocionaba al hacerlo que parecía que en sus propios ojos negros vibraban las turbias olas que desde allí se ven.
Yo había pasado por aquella tierra un lluvioso anochecer de agosto de 2005. Pero nada supe de la magia que esconde su fértil ladera. Las luces del coche se estropearon y no hubo alucinación más allá de la prisa y la noche.
Allí arriba, explicó, las nubes están a tus pies. Y el océano avanza lejano hacia la montaña, mezclándose, abrazándose todas las formas posibles del agua. Es muy difícil salir de allá. Es un lugar que te agarra.
Tal vez probó algún fruto envenenado de la tierra. Y deliró durante días.
Todos los que le escuchábamos, en aquel instante, quisimos salir volando por la ventana, tomar el primer camión y pasar las curvas necesarias para poder hundir nuestra cabeza en su cabeza de sierra madre.


Pero el nudo.
Por ahora:
me subo al sur. Miraré detrás de este mar nuestro. Veré África.
Búsquenme por allá. Dos semanas.
Por ahora.

1 comentario:

NáN dijo...

dulce viaje en estos tiempos