El día que vino C. tembló Japón. Lo pensaba ayer mientras abríamos la botella de vino. Tiene el nombre de su padre grabado en el cristal: S. Farina. Yo sé que él me reprocha desde dentro que ya no me conmueva al pensar en aquella primavera, que no sepa darle la réplica de sus versos, que no recuerde la canción que escuchábamos cuando volvimos del aeropuerto al pueblo y yo me bajé del coche para fotografiar el bosque.
Han pasado algunas cosas estos días, la televisión prendida todo el tiempo, pero yo no estaba por aquí. También volvimos a sentarnos bajo la mimosa de Carla y a reír como entonces. Quién nos lo iba a decir.
Han pasado algunas cosas estos días, la televisión prendida todo el tiempo, pero yo no estaba por aquí. También volvimos a sentarnos bajo la mimosa de Carla y a reír como entonces. Quién nos lo iba a decir.
El pequeño V. llegó a nuestra casa con su pasito corto.
A veces, basta con retomar la huida para seguir hacia delante. Ahí voy.
A veces, basta con retomar la huida para seguir hacia delante. Ahí voy.
6 comentarios:
"A veces, basta con retomar la huida para seguir hacia delante. Ahí voy".
Feliz huida entonces
Un abrazo
Tumosa de Carla es tan bonita. Como para sentarse en esa mesa a leer en voz alta los sonetos de Lope de Vega.
Sumosa como mucho.
jeje... Leer a Lope de Vega es de las últimas cosas que se me ocurre hacer en esa sombra.
Qué agradable resulta leer sin saber de qué se trata, simplemente dejándose llevar por la música del tono y las palabras, como en un río.
Tienes un blog muy acogedor, me quedo por este lugar.
:)
...y que la mesa no cojee, es lo que ansiaría.
Besitos, linda.
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