Conocí a Timón en un ático de las afueras de México City. Era su graduación de ingeniero. Recuerdo que Ale y yo compramos unos Faros sin filtro antes de subir. Nos sentaron en la mesa de los amigos. Allí estaban J. y PezGlobo, que recuerde. Era mediodía. El DF se extendía como una costra gris sobre la tierra. El edificio era alto, un viejo almacén de varias plantas con montacargas coronado por una sala de fiestas de tonos pastel. Aun extraño lo kitsch de los tonos pastel de lo que es bonito en América. Había comida y bebida. Y la fiesta se prolongó varias horas.
En la terraza de la sala se podía practicar golf a, ¿cuántos?, 80 metros. Tenía dos alturas. Yo estaba abajo, muerta de risa, amenazando a todos con mi palo cuando, caído del cielo, un hombre apareció tumbado delante de mí. It’s raining man, sí. Tras un masaje cardiaco, el hombre volvió en sí. Nunca olvidaré el sonido de su cuerpo contra el césped artificial, ese plaf de hueso roto. Tampoco pude entender qué swing le llevó allí.
Aquella tarde se declaró un incendio en el edificio. Todos los invitados bajamos histéricos las escaleras, a codazos, con la mano en la boca, “los abuelos y niños primero”, gritaba uno. Y yo pensé que Timón había tenido la graduación más surrealista del mundo. De aquello hace ocho años. Tiempo antes de que a mí no me importara morir en México.
En la terraza de la sala se podía practicar golf a, ¿cuántos?, 80 metros. Tenía dos alturas. Yo estaba abajo, muerta de risa, amenazando a todos con mi palo cuando, caído del cielo, un hombre apareció tumbado delante de mí. It’s raining man, sí. Tras un masaje cardiaco, el hombre volvió en sí. Nunca olvidaré el sonido de su cuerpo contra el césped artificial, ese plaf de hueso roto. Tampoco pude entender qué swing le llevó allí.
Aquella tarde se declaró un incendio en el edificio. Todos los invitados bajamos histéricos las escaleras, a codazos, con la mano en la boca, “los abuelos y niños primero”, gritaba uno. Y yo pensé que Timón había tenido la graduación más surrealista del mundo. De aquello hace ocho años. Tiempo antes de que a mí no me importara morir en México.
Este verano, cuando estuvieron en casa, le vi emocionarse con una de mis canciones (me permito a veces llamarlas así). Se levantó y se fue al baño. Luego nos despedimos en la calle Acuerdo y dijo cosas bonitas. Antes era el amigo golfo de Ale, el canalla. Ahora viene a Madrid y nos cuenta que se casa y que el mirador del DF y que una petición en un cable como los de la Segunda Guerra Mundial.
No sé, hay gente que pasa veloz por tu vida cuando pensaste que nunca más las verías. Y gente que saludó un día y se quedó contigo.
Ahora, cuando salga del trabajo iré a buscar los bombones de tequila que Timón ayer se olvidó y me ha dejado en un hotel de la Gran Vía.
Ahora, cuando salga del trabajo iré a buscar los bombones de tequila que Timón ayer se olvidó y me ha dejado en un hotel de la Gran Vía.
7 comentarios:
Tómate un par de esos bombones y llámame, que hay tema... oye, escribes muy bien, lo sabías ¿no?
(Muy muy bien.)
Yo también quiero un bombón.
Y que me recuerdes para poder salir un día en tus letras.
Hola lindas:que gran atracón de bombones podríamos darnos las tres. Llueve. Valentín corretea por la casa. Lar, no quiero recordaste quiero verte, muchos besos.
Cojones, me leería un libro entero y grueso de relatos así y lo pondría por las nubes. (haya bombón o no haya bombón).
Timón es un grande. Con sus conocimientos extremos de las anécdotas jugosas de sus compis y, a la vez, de la cocina gallega.
Qué bueno verle así surgido de un viaje laboral. Y opinar sobre la tiquismiquez de los ingleses y la labia de los taxistas españoles, hermanos de sangre del filibusterismo facturero solidario de aquellos suyos mexicanos, ja ja.
¡A ver si podemos verle de largo en verano!
jeje, NáN, sería como malcoma lowry pero en pequeñito y, por fin, sacaría el traumita azteca de mis venas...
sí, David, Timón es grande, es el mexicano más alto que conozco
verano, verano!!!!
huy, esto último era yo..
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