Hay una avenida en Sarajevo que una vez se llamó Snipers Alley (avenida de los francotiradores). Une el barrio turco, Bascarsija, el centro, con el aeropuerto y las afueras. La cruzamos en un tranvía comunista donde el calor, donde el aire, donde la chapa caliente. Callejeamos luego en taxi por un barrio de casitas bajas atravesadas por la metralla. Al final de una calle, entre esta zona y el aeropuerto, estuvo una vez la casa de los Kolar.
Edin Kolar parece hoy tranquilo. Camina hasta el sembrado de calabazas, al final del jardín, comprueba la madurez de las manzanas. Da pasos largos y se detiene allí donde hay un cartel que intuyo dice “No pasar de aquí”. Nos dice “esta fue mi casa, es mi casa”. Levanta la vista ante el aterrizaje de un avión, se seca el sudor allí donde una vez hubo un túnel.
Cuando Sarajevo vivió sitiada durante tres años y los militares hacían safari por las calles, cuando no hubo alimento, ni agua, ni fuel, ni municiones, dos ingenieros propusieron al ejército bosnio construir un túnel que conectara, bajo la pista de aterrizaje, la única zona de la ciudad que no estaba entonces tomada por el ejército serbio. Cavaron a oscuras, escondidos, hasta que lograron conectar dos casas, la de los Kolar, y otra, en la otra orilla de la carretera. 800 metros por los que comenzó a entrar una pequeña esperanza para la ciudad.
Mientras Europa dejaba que sus desayunos se salpicasen de guerra, mirando hacia otro lado, la abuela Alija y su familia cedieron su casa. Hoy, este pequeño lugar del que nacía el túnel, está reconstruido en madera. En su entrada, una bomba incrustada da la bienvenida. Quedan 20 metros subterráneos de los 800 que tuvo. Hay que caminar agachado.
Durante el tiempo que estuvo en funcionamiento, más de 20 millones de toneladas de alimentos entraron en la ciudad, y más de 1 millón de personas lo utilizaron, muchos heridos. Fue la entrada de la energía eléctrica y de la comunicación telefónica con el resto del mundo.
Al otro lado, el destino, la incertidumbre.
6 comentarios:
Tremendo. Impresiona leerlo, imagino que mucho más estar allí. La guerra, tan cerca y a la vez tan lejos. Es de esas cosas que uno piensa que no le van a pasar, hasta que pasan. Como en el poema de Brecht.
bss
Sí. Por suerte, Sarajevo y su gente hoy en día sonrién, están muy vivos. Recomiendo el viaje.
Me ha impresionado. Los seres humanos-hotmigas haciendo tareas de gigantes. Dos casas humildes convertidas en un mar de comunicación.
Guerra, franco-tiradores. Lo peor de lo peor, a la distancia de vuestro viaje de vacaciones, mientras aquí comíamos paella y criticábamos la cartelera de los cines en verano.
El palabro es "redsing", pero ¿qué canciones cantan los rojos y los azules y los morados y los verdes y los amarillos, cuando la gente muere anónimamente por cruzar una calle?
Hay un docu, por si a alguien le interesa, que hizo Documentos TV que refresca todo aquello: http://www.rtve.es/mediateca/videos/20081015/documentos-dia-muerte-sarajevo/317357.shtml
Celebro volver a leer tus crónicas.
Último beso
Y no es un decorado para una película. Pasaban de verdad, porque morían de verdad, tantos.
Un beso.
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