El hombre sentado frente a mi mesa de mármol mastica decorosamente una bocanada de gallo. Se parece tanto a aquel que conocí durante una época longeva de mi vida que, a ratos, dudo de la coincidencia. Tiene los rasgos afilados. Es, literariamente, guapo. Se sienta junto a él un adulto incipiente y rubio. La iniciación a la madurez temprana la marca la corbata y cómo mira, mientras mastica con una mano levemente caída bajo la barbilla, a sus compañeros. Son seis en total. El incipiente observa cómo les cuento con movimientos de los ojos.
El personal del café es antipático y masculino. Escucho sorber la sopa al amigo sentado a la derecha, rubito también, y asimétrico, que hojea la revista del café y pregunta por un señor de barba apuntada que aparece en una fotografía vieja.
Parece que los espejos fueran a vomitar algún fantasma.
Aunque es el primer día de dura primavera, he decidido huir del sol al interior, para no arrugar el flequillo. Hasta las 15.15 tengo tiempo.
Luego cruzaré con prisa la Castellana, la que se ve artificial como una cicatriz en el vientre de la meseta desde los aviones de regreso. Entonces pensaré en la primavera de todas las ciudades donde he vivido. Me volveré ansiosa en los semáforos y en cinco minutos estaré en mi silla con la sensación de haber engullido el mediodía, la insatisfacción de no haber escrito un poema, de no enterarme, a secas, de lo que pasa más allá de mi ventana, donde me alegra, y culpa con su flor, el jazmín que compramos el sábado de vuelta de casa de sus padres.
PD: ni el café ni el texto valen los 3,70 €
5 comentarios:
acabas de destrozarme un mito, jejeje
es curioso, pero en tantos años de vivir en Madrid no pasé por allí por no matar el mito
lo bueno es que siempre hay mitos vividos en propias carnes donde el café es más barato y la compañía más dulce
salud
Lo que no le permito, señora mía, es que después de todo lo que ha escrito el señor Marx y de lo que ha rodado el señor Marx, venga usted ahora a confundir valor y precio.
por cierto, a primeras pensé que había una errata en el título y que habías localizado a varios tio Vania en el Gijón. Te aseguro que nunca pasó por allí ninguno que fuera rico ni en ese presente ni, mucho menos, en su pasado.
Lo siento, Niuqech... Es que trabajo en frente, y lo tenía pendiente. He ido, y nada, pensé que acabaría escribiendo Luces de bogemia 2.0 o algo así, pero no. Bienvenido a esta Tijuana.
Nan, sobre lo de vana. ¿Cuál es el sustantivo de vano? ¿vaniedad, vanidad vanedad? me hice un lío ... lo sabes. Creo que voy para atrás en general.
jajaja, tranquila, casi mejor así, si llego a ser yo el que me rompa el mito no me lo hubiera perdonado
ahora como consuelo siempre te puedo guardar a tí el odio y el rencor, jajajaja, es coña, ehhhh
a veces vivimos con estos mitos sin saber muy bien porque cuando deberíamos ser nosotros mismos los que los empujemos desde ese altar donde hemos colocado tantos santos, jeje
Publicar un comentario