Con el cuerpo torcido le vi aparecer aquella tarde gris por el derrumbe bajo de la calle. Aún no había mirado hacia arriba. La bolsa al hombro, como un acento de su inclinación. Nos distrajo el zumbido de una abeja en los oídos: primero sobre ella y luego se cebó conmigo. Porque eres rubia, me dijo, muérdete la lengua.
Las dos estamos agarradas a la puerta verde de hierro. A mí se me clava en el pecho, cuadriculándolo. Huelo su perfume amargo. Conscientemente lo memorizo. Se agarra a la garganta. Luego arranco una semilla negra de los periquitos que ella plantó y la exploto entre los dedos. Se mancha la mano de blanco y áspero. Juego a pegar y despegar el índice y el pulgar. Ella me ve con el ojo izquierdo y sonríe. Miro sus pies enfundados en dos zapatillas planas, deshechas. La pierna pálida. La luz contrasta con las venas que alimentan su cuerpo. Muerde el albaricoque con sus dientes nuevos. Cuando traga el último pedacito de la fruta, él ha llegado. A mí me pasa la mano por la cabeza y a ella le da un beso en la boca. Sin soltar una sola palabra, cruza el espacio que hay entre las dos y se vuelve oscuro como el portal.
Las dos estamos agarradas a la puerta verde de hierro. A mí se me clava en el pecho, cuadriculándolo. Huelo su perfume amargo. Conscientemente lo memorizo. Se agarra a la garganta. Luego arranco una semilla negra de los periquitos que ella plantó y la exploto entre los dedos. Se mancha la mano de blanco y áspero. Juego a pegar y despegar el índice y el pulgar. Ella me ve con el ojo izquierdo y sonríe. Miro sus pies enfundados en dos zapatillas planas, deshechas. La pierna pálida. La luz contrasta con las venas que alimentan su cuerpo. Muerde el albaricoque con sus dientes nuevos. Cuando traga el último pedacito de la fruta, él ha llegado. A mí me pasa la mano por la cabeza y a ella le da un beso en la boca. Sin soltar una sola palabra, cruza el espacio que hay entre las dos y se vuelve oscuro como el portal.
8 comentarios:
qué genial inicio de un cuento
(y qué fin)
Qué bueno!! Es un placer leerte siempre. Un saludo.
Llevas las palabras en la sangre, Aroa.
Un abrazo
oh gracias todas
a ver si me saliera un cuento larin
besos
A mí también me tienes que dar las gracias, porque se me ja quedado prendido como una flor de esas en el ojal.
Y a mí (espero no ser el colofón). Un beso
No, no: no puedes ser el colofón. ¡Tiene que darnos las gracias! Lo mismo que a las tres primeras comentaristas.
Me trae recuerdos de una infancia en un patio de pueblo, a mis abuelos..
Bonito relato...continuará
un saludo: el bolu
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