Un pájaro de papel en el pecho
dice que el tiempo de los besos no ha llegado.
V. Aleixandre
Era domingo 15 de abril.
Aún con resaca post-republicana.
Sabía que la persona a la que esperaba me iba a regalar una demora que terminaría calándome. Llueve en Madrid. Acabo de salir de tres horas y media de teatro: Homebody Kabul (tengo que pensarla mejor). A mí lado, en una casi desierta plaza de Santa Ana, una estatuta de bronce parece que sangra corrientes de lluvia. La miro, y ahí - nunca me había fijado -, está Lorca con un pájaro echando a volar entre las manos. El cuaderno se me va llenando de gotas. Saco la cámara de fotos y me vuelvo loca con el objetivo dando a todos los botones, enfocando, desenfocándome... quiero su gesto y sus manos. Un señor se me acerca y cierra su paraguas. Los ojos más azules. Y comienza a hacerme gestos para que le de la cámara. A picture with him?, algo que entendí porque sonó extraño como mi inglés... le sonreí y le dije que no con la cabeza. Entonces, comenzó una clase de historia en inglés en pleno barrio de las cortes. Franco killed him, killed, killed, killed, decía, mientras se pasaba un dedo por la garganta y se ponía una pistola humana en las sienes. Al final, no pude más que darle el gusto de decirle: ouh... i didn´t know (debíamos ser de la misma escuela) y aquel republicano se marcha maldiciéndome: mierda de extranjeros, nunca quieren saber... y camina moviendo la cabeza de un lado para otro.
Me refugio en la boca del párking. Se termina mi espera y cierrro el cuaderno. Caminamos hacia otros versos.
ASESINATO
(Dos voces de madrugada en Riverside Drive)
¿Cómo fue?(Dos voces de madrugada en Riverside Drive)
- Una grieta en la mejilla.
¡Eso es todo!
Una uña que aprieta el tallo.
Un alfiler que bucea
hasta encontrar las raíces del grito.
Y el mar deja de moverse.
- ¿cómo, cómo fue?
- Así.
- ¡Déjame! ¿De esa manera?
- Sí
El corazón salió sólo.
¡Ay, ay de mí!
F.Gcía. Lorca
Poeta en Nueva York
11 comentarios:
Hay algunas esperas que deberían ser eternas.
A ver si me dices de quién es y luego criticamos:
"–¿En qué piensas? –me dijo.
–En nada...–En nada, ¿y lloras? –Es que tengo
alegre la tristeza y triste el vino"
mmm no sé de quién es, ni quién eres para criticarlo después...pero me gusta
Dijo: despacio- queriendo decir espérame.
Dijo: te quiero y sonrío- cuando apenas le oía. Repitió con seguridad: te quiero-. Me paré. Me di la vuelta. Y cuando ya andaba hacia sus manos, dijo: despacio, todavía no. Espérame-. Un niño le miró incrédulo.
Sonreí desilusión. Recité Lope contra Teodoro y me fui.
Aru, la danza fue hace un año, lo miré mal. Lo cambiamos por Pudor, de Tristán. Buenos libros mañana!
no sé qué sucede con las fechas, que bailan últimamente en las agendas, no paro de hacer planes con cosas que ya sucedieron... o están lejos por llegar
marti, te sigo apenas lo que dices...tal vez sea muy esencial
es mi último mes, mal escrito.
?
quiero dejar esto aquí, es una esquinita, para quien quiera leerlo. a quien haya perdido una ciudad, tal vez le guste.
"CADA ciudad nos reserva una bendición y una condena. Yo que he sido tan feliz en Buenos Aires, que he amado y he reído en sus boliches, que me he creído inmortal mientras rebuscaba en los cajones de saldos de sus librerías, mientras respiraba el perfume desvencijado de San Telmo, mientras tomaba un té en el Tortoni o me rendía a la algarabía de Boca; yo que he sido tan feliz paseando las veredas de Buenos Aires bajo un cielo ancho como el atlas, podría, como Neruda, escribir los versos más tristes esta noche. No ha dejado de llover sobre Buenos Aires desde que llegué; y en la monotonía de la lluvia que veo caer desde la ventana de mi habitación, en un hotel de Recoleta, parecen desaguarse los hombres que he sido, los hombres que ya no seré jamás, los hombres que se pudren borrosos en algún cementerio de las afueras. A oscuras en mi cuarto de hotel oigo la letanía de la lluvia, su escritura cursiva, oigo la noche inmensa, y se agiganta mi soledad, como un pabellón lóbrego del que hubiese desertado el eco de los pasos, como una casa expoliada donde se hubieran detenido todos los relojes. Y entonces la memoria de los días luminosos cae sobre mí con un resplandor helado, me envuelve con su sudario, en el que aún acierto a distinguir, refugiada entre sus pliegues, la fiebre que un día me alumbró.
«Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. / Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. / De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. / Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. / Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. / Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. / Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, / mi alma no se contenta con haberla perdido». Los versos de Neruda, que aprendí en la adolescencia, vuelven a mí de repente, como restos de un naufragio empujados por las olas, como una música de herrumbre que la lluvia de Buenos Aires deletrea. En otro tiempo los recité para imbuirme de su tristeza, porque la literatura puede ser un fingimiento, una voluptuosa impostura; pero ahora vienen a mí para nombrar mi dolor, vienen a buscarme como si hubiesen sido escritos para mí, como si me hubiesen elegido, entre todos los hombres de la tierra, entre todos los cadáveres de la tierra, para desposarse conmigo, para infiltrarme su cadencia y quedarse a vivir dentro de mí.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Buenos Aires fue mi tálamo y ahora es mi mortaja. Salgo a la noche, en busca de un kiosco abierto donde comprar tabaco. La lluvia me acuchilla, como un ladrón despechado; la lluvia me empapa la camisa y me apelmaza el cabello, pero apenas la siento. Sólo soy un fantasma sonámbulo, habitado de recuerdos, un tumulto de recuerdos que aletean despavoridos, murciélagos encerrados en una cueva. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. Me quiso a unas pocas cuadras de aquí, me quiso en cada portal y en cada esquina, me quiso a la puerta del cementerio que asoma las cruces de sus mausoleos por encima de la tapia, me quiso bajo la luna que hoy ha enviudado de repente. En noches como ésta la tuve entre mis brazos. Mis brazos buscaban su cintura, como se buscan la mano y el guante, el perno y la bisagra, la piedra y el liquen; mis brazos se apretaban contra ella como el escultor se aprieta a la estatua que está esculpiendo, para contagiarle su misma temperatura, para fundirse en su mármol y hacerse carne de su misma carne. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Pero de todo aquel amor que movía los engranajes del mundo, que incendiaba las noches de Buenos Aires, que expiraba entre las sábanas para resucitar un instante después, como un ave fénix ansiosa de brindarse, ya sólo quedan escombros, ruinas de un palacio demolido donde se aparean los lagartos del dolor, donde crece una hiedra venenosa que infecta la noche con su brisa.
Encuentro al fin un kiosco abierto, pero he olvidado la razón por la que lo buscaba. La lluvia cae sobre mí, funeraria y antiquísima. Yo que he sido tan feliz en Buenos Aires. Cada ciudad nos reserva una bendición y una condena. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
isma carne. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Pero de todo aquel amor que movía los engranajes del mundo, que incendiaba las noches de Buenos Aires, que expiraba entre las sábanas para resucitar un instante después, como un ave fénix ansiosa de brindarse, ya sólo quedan escombros, ruinas de un palacio demolido donde se aparean los lagartos del dolor, donde crece una hiedra venenosa que infecta la noche con su brisa.
Encuentro al fin un kiosco abierto, pero he olvidado la razón por la que lo buscaba. La lluvia cae sobre mí, funeraria y antiquísima. Yo que he sido tan feliz en Buenos Aires. Cada ciudad nos reserva una bendición y una condena. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido".
Juan Manuel de Prada
un, dos tres, ... bécquer... tuvo o no su mérito... piensa
El eco de un suspiro que conozco....
formado de un aliento que he bebido...
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