Al llegar a mi casa he mirado muy de cerca el
altarcito de muertos que hay en la estantería de los libros. Como si en vez de
catrinas de papel maché, dentro, tuviera peces. Frida semisonríe detrás de
diminutas filigranas. Sonríe pero no respira. He pensado en hacerme mi propio
altar. Para que la que soy ahora pueda hacer su ofrenda a la que yo era.
Ay.
ResponderEliminarlar
ResponderEliminarDespués de leer Bajo el volcán, ya quise ir a México.
ResponderEliminarAhora he hecho allí una amiga, así que estoy más cerca.
Besos, Aroa.
Yo qué te voy a decir: que vayas sin dudar.
ResponderEliminarEs un país mágico desde todas sus aristas... muy intenso.
Tengo que pasarme a dejarle a Frida unos huesos de santo.
ResponderEliminara ella le gustaría más un caballito de tequila, digo
ResponderEliminar(he comprado un poney, pero no me dejan ir por Madrid con él)
ResponderEliminarA ti te dejan ir por el barrio en lo que haga falta.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar